martes, 5 de octubre de 2010

Cuarto Capítulo (Segundaa Parte)

Cojo la cámara encendida, en la foto aparece mi niño de espaldas, en la parte de arriba lleva sólo una camiseta. Dios mío, es la camiseta que nos hicimos en aquel viaje, ahora no tengo claro donde, pero nos hicimos una camiseta con una foto de los dos impresa por delante y otra por detrás, venía hacia la peluquería a por mí, estoy segura, pero sólo se ponía esa camiseta para ocasiones especiales, no sé que sería esta vez y seguramente jamás lo sabré. Saco la tarjeta de la cámara, me la guardo, y estampo la máquina con ira a los pies de aquel muchacho.

El culpable directo o indirecto del accidente de Raúl, autor de aquella foto que desencadenó una muerte, es nuestro “Chico de la Muralla”, su nombre es Ángel, su error según él su existencia.

(Ángel) Estas esposas duras y frías no se parecen nada a las suaves muñequeras que me regalaba mi abuela, la lectura de mis supuestos derechos tampoco se asemeja mucho a todas aquellas que hemos visto en la tele quizá porque aquel policía no puede verme más que como un imbécil. Dejo atrás las miradas inundadas de aquellas dos muchachas para toparme con las de enfermeras y curiosos, miradas que gritan “pobre infeliz”.
Cuando miras atrás, hacia cuando eras niño, y tus recuerdos más nítidos son gritos que golpeaban las paredes, gente de paso que nunca te regaló un “¿qué te pasa?” ni un “¿me necesitas?” ni un “te quiero”, lágrimas de tu madre, promesas que te hacías delante del espejo de que conseguirías cambiar el rumbo… Hasta que decidiste optar por el silencio, porque los días te pasaban por encima, por las noches como un perro abandonado te lamías las heridas del alma pero el sol del día siempre regresaba a por ti… Cuando esto te ocurre día tras día no quieres seguir viviendo así que te sumes en un estado vegetativo relativo, ciertamente un término todavía no científico pero real en es esa vida.
Y aquel recuerdo que regresa incoherente a tu mente.

- Quiero una cerveza, pero que sea con sabor a ti, sino no la quiero – le dijo a Ángel aquella cuarentona sentada en la terraza del bar.
Sumiso coge una caña de la que a su juicio no le gustará y se la sirve.
- ¿Estaba buena? – pregunta un rato después inocente.
- No hay más que verte a ti.

Quizá la vez que más cerca estuvo de gustarle a alguien, quizá el único cumplido que recibió en su miserable vida

(…)

Paula recoge un folleto de higiene bucal del suelo, sabe que se le cayó a aquel chico, a aquel asesino de pacotilla como lo ha catalogado en su mente, aún así lo abre y lo lee. Se extraña, se sorprende y al mismo tiempo se dice a sí misma que con lágrimas y soledad también tendrá que pagar ella por un crimen que no cometió.
No le cabe duda que la lluvia fresca que cae a su salida del hospital son lágrimas del cielo, lágrimas porque alguna gestión celestial errónea selló una baja que no era para aquel día.

-Quiero verlo, quiero verlo – le grita una chica a Paula – había quedado conmigo para prepararte esa estúpida sorpresa, siempre pensando en ti, siempre hablando de ti, te odio y te juro que pagarás cara su muerte.

- Estúpida ya lo estoy pagando desde el minuto uno, nada me hará sufrir más que lo que estoy pasando, mátame si quieres, ahórrame a mí ese trabajo – le contesta Paula al borde de la histeria. Lu la sujeta con fuerza, consciente de que se debate entre desvanecerse o golpear a aquella chica con las pocas energías que le quedan.

- ¡Ya basta! ¿Es que ni siquiera con él muerto puedes dejar de lado tu eterna guerra perdida Alicia? – amiga de sus amigos Lu da por zanjado el tema y se lleva a Paula lejos de aquella discusión sin sentido.

Caminan alejándose de “la buscona”, nombre que le pusieron a aquella rubia que lleva años intentando seducir sin atisbo de éxito a Raúl y que ahora llora más por rabia que por cualquier otro motivo. Las dos amigas piensan que se creerá la viuda sin ningún derecho, mientras Alicia sabe que no tiene derechos y que sus formas no son las correctas pero al mismo tiempo no puede evitar añorar lo que jamás ocurrió, se repite día sí y día también que el hecho de no ser la ganadora es lo que la ha convertido en esa persona que no quiere ser, hasta el punto de hacerla odiable cuando no está con él o cuando pierde otra batalla en sus intentos de acercamiento, dice que es el amor lo que la cambia, pero la realidad es que ese amor ha dado paso a una obsesión enfermiza que no sólo hace daño a los demás sino incluso a sí misma. Ser la prima de Raúl le regaló noches en habitaciones contiguas, tardes de playa con sesiones de crema incluidas, pero jamás un mimo de más ni un beso en sus carnosos labios, y por supuesto aquella frase “jamás seremos nada más que primos, Paula es y será el único amor de mi vida, no lo dudaría aunque te paseases desnuda delante de mis ojos día tras día”, en lugar de hacerla desistir como sería lo coherente hizo que su odio hacia Paula creciese de forma desmesurada en poco tiempo y que en su mente crease a diario planes perfectos para destruir aquella unión.

La noche continúa entre lágrimas y recuerdos, entre un repaso a aquellos veinte años y una tila tras otra, más tarde un tranquilizante, aquella pequeña pastilla que promete regalarle la conclusión de que no puede cambiar ni su destino ni el de Raúl que jamás volverá.
Y mientras ella se duerme Lu escribe en una hoja aquel poema que Jorge Bucay pareció escribir para ellos, aquellas letras que ella no dudaría en dedicar a la pareja que día a día la animaba a seguir buscando el amor, ese amor que viéndolos a ellos no parecía existir únicamente en las películas inventadas para convertirnos en crédulos amantes…
“Quiero que me oigas sin juzgarme
Quiero que opines sin aconsejarme
Quiero que confíes en mí sin exigirme
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí
Quiero que me cuides sin anularme
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí
Quiero que me abraces sin asfixiarme
Quiero que me animes sin empujarme
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí
Quiero que me protejas sin mentiras
Quiero que te acerques sin invadirme
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas
Quiero que sepas… que hoy puedes contar conmigo…
Sin condiciones.”

Y al final añade la última frase que Paula pronunció antes de dormirse “Me sentía más segura yendo por la calle de su mano, me sentía más grande cuando me miraba o me besaba, lo era todo para mí… ¿Cómo se sobrevive cuando el camino desaparece bajo tus pies?”
Guarda la hoja en aquella caja roja del fondo del armario y se acuesta al lado de su amiga.

(…)

Él acepta aquella cena con su ex, charlan sobre cosas que no cree importantes, su mente continúa en la mujer que no tiene tiempo en aquel momento para pensar en él. La cita comienza a tomar un rumbo que no desea pero que tampoco evita. Suben en la parte de atrás de su Audi rojo y descapotable porque ella le pide ver las estrellas desde allí, él accede como un inocente corderito, como una Caperucita Roja que no ha escuchado hablar jamás de las malicias del lobo. Pero más pronto que tarde nota su respiración entrecortada en su cuello, una ráfaga de aire le acaricia la espalda desnuda después de unos botones desabrochados por aquellas uñas rojas, y el vestido de ella comienza a deslizarse dejando su hermoso y perfectamente operado escote a la vista. Ella está tan cerca y él está tan sólo…

- No, yo… no puedo, lo siento, no puedo – la empuja separándola de sí, agarra su camisa y sale del coche, mientras la abrocha se maldice por lo que le está ocurriendo.
- Fran no te estoy pidiendo que volvamos a ser una pareja de esas que se hacen promesas, sólo quiero que me hagas el amor como tú sabes, pasar un buen rato.
- Pero es que tú no lo entiendes, cuando me desnudabas y me besabas en mi mente estaba ella, la deseo a ella.
- Llévame a casa – es su única respuesta, ofuscada y ofendida se ajusta el vestido, se atusa el pelo y ni siquiera se pasa al asiento de delante.

Un camino silencioso hasta su casa, el uno conduce delante, la otra contiene lágrimas de indignación sentada atrás.

- A partir de hoy seremos dos desconocidos tal como me has demostrado hace un rato. Gracias por traerme a casa – un orgullo herido y las mismas lágrimas contenidas que soltará más tarde sobre su solitaria cama, meditando sobre el primer hombre que la ha rechazado, el mismo que se acaba de ir dejando su odiosa frase en el aire.

(…)

(Paula) Agradezco en silencio la idea de unas palabras de despedida en el cementerio, no habría soportado un extenso acto religioso poblado de mirones que no van por sentirlo sino por devolver un favor, por compromiso, por simple curiosidad o aburrimiento, hay gente a la que le dan morbo estas cosas por extraño que parezca.
Un pasillo lleno de colores, los de las coronas de flores que conducen a su… sí su tumba… todavía se me atraganta aquella palabra referida a su último habitáculo, el lugar donde yace el cuerpo de la persona más importante de mi vida, cómo me hubiese gustado haberme ido con él, la garantía de que hubiese o no hubiese nada después de la muerte no me quedaría atrás para sufrir su ausencia.
El segundo tranquilizante comienza a hacerme efecto, tanto que incluso le sonrío sin querer a la madre de Raúl sentada en aquellas sillas de un verde tan oscuro como tristón, cinco largos segundos en los que me siento estúpida hasta que me agacho y me fundo en su abrazo, nuestro ojos hinchados no necesitan frases banales sobre la vida y la muerte, ambas sabemos que no hay nada que hablarle ni razonarle a aquel dolor. Mi necesidad de llorar se convierte en un debate interno y gracias a aquella pequeña pastilla parece seguir ganando el “no”. Uno fuerzas para mirar desde mi silla aquella caja de madera, de acuerdo… su tumba, ahora entiendo los gritos con los que me despertó Lucy esta mañana, discutía por teléfono a saber con cuantas floristerías para conseguir aquella cesta de rosas azules que descansan a sus pies mecidas por una brisa ligera, nuestras preferidas. Mi mejor amiga, la quiero tanto, desde que salimos ayer de la peluquería hasta hoy no ha soltado mi mano, ha dormido conmigo, me ha conseguido esas rosas para su despedida… Querría darle las gracias pero no me sale, en mi estado sólo soy capaz de quejarme más y más por lo que me han robado.

Se levanta un hombre de unos cuarenta años, reconozco el traje azul que llevó a la última boda familiar, combinado esta vez de manera pésima con aquella corbata y la camisa negras como el tizón, es un tío de Raúl que termina por pronunciar un discurso con mucha cabeza y poco corazón, en silencio lo odio un poco por todo aquello.

Ahora es el turno de nuestro digno representante, Dani se acerca visiblemente nervioso a aquel atril improvisado, puedo intuir desde mi silla sus manos sudorosas y su esfuerzo para que las piernas le dejen de temblar, se apoya con ambas manos y comienza a hablar.

“Contra nuestros deseos venimos a decirle adiós.
Adiós al novio que jamás hubiese querido dejarte por voluntad propia Paula, tanto es así que después de veinte años juntos anoche iba a pedirte que te casases con él.
Adiós al mejor amigo, el que me regaló su amistad sin condiciones, aderezada con risas, con fiestas y sin faltarme jamás un hombro fuerte y comprensivo.
Adiós al “cuñado” que te tenía en un pedestal Lucy, el que te hacía cosquillas si tu expresión era serena, triste, seria o simplemente aburrida, y para el que jamás dejaste de ser “su little toy”.
Adiós al hijo que quería regalaros un chalet en la playa para celebrar vuestra jubilación y borrar de vuestros ojos los sinsabores de la vida, quiero además que sepáis que una frase que no faltaba en su boca era aquella de “lo que soy se lo debo a mis padres y jamás podré pagarles todo lo que me han enseñado, querido y proporcionado”, lo decía siempre con orgullo.
Adiós al fin al hombre que dejó un trocito de su corazón en el nuestro, del que jamás olvidaremos sus sensatos consejos, sus divertidas locuras o su impagable compañía entre otras muchas cosas.
Si nos ves desde algún lado cuídanos Raúl, ya sabes que tardaremos en comprender el porqué te fuiste aún sabiendo que siempre nos harás falta.
Toda una noche buscando las palabras adecuadas y vengo a darme cuenta ahora de que no existen, jamás existen las palabras exactas para decir adiós ni para mitigar el dolor de la muerte de alguien que quieres tanto.
Para finalizar quiero dar las gracias a las personas que lo quisieron como él se merecía y recordar aquella frase que me dijo en mi décimo quinto cumpleaños cuando el miedo le pudo ante la atracción de moda a la que íbamos a subirnos, la gran UVE. “Dani si me muero hoy diles a mis padres que gracias, a Paula que la quiero más que a nada y que le regalaré pequeños milagros desde el cielo, a Lucy que no se compre aquel vestido rojo que le hace parecer una diosa porque sino su novio querrá hacer con ella algo más que besarla, y a ti ya te digo yo que eres el mejor, el campeón”, me dio una palmada en la pierna y finalmente disfrutó como un enano.”

El efecto del tranquilizante me ha abandonado desde que escuché lo de la posible petición de matrimonio, las energías se esfuman veloces de mi cuerpo, todo está borroso, el nudo de mi estómago se hace casi tan doloroso como si se estuviese convirtiendo en uno de los mejores nudos marineros, quiero tragar saliva pero tengo la boca seca, aquella falta de aire y aquella presión en el pecho… Mi ángel de la guardia ya no está allí, pero sí mi angelito en funciones, Lu me ordena que beba, al hacerlo comienzo a sentirme mejor, hasta el momento en el que Alicia se acerca al atril ¿qué tiene que decir la buscona? ¿Por qué tiene que castigarme en un día tan doloroso? ¿Qué broma del destino es esta?

Alicia se dirige a la gente bastante segura de sí misma, sin dar ninguna muestra de inquietud o nerviosismo.

“Mi mensaje es realmente breve.
¿Creen que hay algo más bonito que un suicidio por amor? Sí lo hay, y consiste en vivir ese amor, pero esa oportunidad a mí me la robó esa chica que ven ahí lloriqueando por haber perdido al mejor hombre del mundo. Así que gracias a estas pastillas me reuniré con él y esta vez querida Paula seré yo la que posea su cuerpo y sus sentimientos día y noche.”

El murmullo de la gente crece a mi alrededor. De repente todos observamos como su padre y su tío, el mismo que hace un rato hizo su discurso vacío de amor pero al menos no con el odio de este mensaje, le arrebatan de la mano el bote sin poder impedir que cuele unas cuantas pastillas en su boca, y al mismo tiempo la aprisionan impidiendo que huya, ella forcejea inútilmente entre aquellos brazos que la arrastran y su madre los acompaña cabizbaja y visiblemente avergonzada.
Cuando aquella especie de espectáculo andante se aleja todas las miradas se posan sobre mí con cantidad de pena y curiosidad. El deseo de que Raúl me agarre de la mano y me la acaricie diciéndome “no pasa nada cariño, yo te sacaré de aquí” no puede ser más grande, de hecho siento el tacto de otra mano sobre la mía. Lucy, querida Lucy perdóname por no saber darte las gracias.

- Olvida esa pesadilla, nos despedimos de Raúl y te llevo lejos de aquí.

Como única respuesta me limito a asentir con la cabeza. No queda más que la despedida, el momento en el que su caja marrón de madera de cerezo, perfectamente barnizada y brillante ante aquel rayo de sol que viene a decirle adiós o quizá a llevárselo lejos, entra en uno de los huecos del panteón familiar coronado con un pequeño ángel de alas blancas estiradas. En ese momento es cuando realmente siento que se va de mi lado para siempre, sólo alguien que lo ha pasado es capaz de comprender esa sensación, mientras la caja está cerca de ti es como si todavía no te hubiese abandonado del todo, pero cuando le dejo aquella rosa azul encima y se disponen a sellar el agujero es como si empezase a ser real, se queda ahí encerrado para jamás volver, se resquebraja ya definitivamente todo en tu interior, lloro, logro contener un grito que se me deshace en el corazón, Dani me tiene abrazada por la cintura y Lucy me tiene cogida unos centímetros más arriba creyendo que no lo voy a resistir.

Se ha terminado. Adiós cariño, jamás te olvidaré ni dejaré de amarte. En la lápida una placa de plata en la que bajo su nombre se puede leer:
Gracias hijo
Gracias cariño
Gracias campeón
Gracias de tu little toy
Gracias por haber existido.

Me acuesto deseando que sólo existan dos opciones, la de no volver a despertar jamás o la de que cuando me despierte esta haya sido simplemente una pesadilla demasiado nítida y él esté abrazándome o mirando la forma en que abro los ojos y le sonrío como casi todas las mañanas.

5 comentarios:

  1. kateeeeeeee!! dioooss miooo te puedes creerk me has echo llorar? uff porquee???? porque tiene k morir raul!!! diooos yo quiero un novio asi joder.... uff... pobre paula... hija de puta aliciaa.... y k gran amiga Lu.. diooss espeor el siguiente este ha sido tan triste que aun tengo el nudo en la garganta :S sigue asi guapaa loa ces genial =)

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  2. Tú si k eres genial comentándome así kada capi!! :D
    Kise ponerle alma a los personajes y supongo k algo de eso kayó!! Hacer sentir es tan importante cuando escribimos k esas lágrimas me han llegado Cris!! :)

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  3. Kate, tengo k reconocer k he leido este capi o parte de él, pork hay cosas que me acuerdo!!! me has dejado con ganas de llorar pero he agarrado las lagrimas pork si lo hago no podré respirar por la nariz, y menos por la boca con el nudo tan grande en mi garganta!! Ya tengo ganas de leer el siguiente y aunk ya lei k raul moria... no puede ser k sea así!! yo tampoko lo entiendo ni lo asimilo!!! Esperando ansiosa el siguiente wapisima!!! lo haces muy pero que muy bien. Ojala que lo publikes porque seré la primera en comprarte el libro!!bss wapisima!!!

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  4. Beita ya k m paso x el ciber te contesto!! :D
    Estoy encantada con vosotras pitufinas!! xD
    Y ya estoy casi casi llegando a los capis del tuenti así k tendré k ponerme las pilas y seguir escribiendo, esta mañana ya me llevé el xtatil al trabjo y estuve preparando ideas :P

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  5. Me has dejado sin palabras, me has emocionado, no he podido evitar que se me escaparan unas lagrimitas jejeje. Es increíble como transmites los sentimientos. Gracias por esta maravillosa historia!!

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