martes, 5 de octubre de 2010

Cuarto Capítulo (Primera Parte)

Parece una regla general esa de que todas tenemos alguna amiga que se hace peluquera. En el caso de Lu se trata de Paula, su insustituible Pau, la de la sonrisa permanente que indica que en su vida todo encaja como en el mejor de los puzzles, los ojos oscuros pero brillantes y su pelo castaño con alguna que otra mecha rubia como rayos de sol que se cuelan entre sus rizos.
Sin cita previa, sin avisos ni llamadas, tal como se llega a casa de una amiga entra Lu en la peluquería, en teoría a que le den un baño de color un poco más oscuro, en realidad a contarle a su amiga aquellos dos días desaparecida, a pararse en cada detalle de aquella forma que sólo con cariño se puede aguantar…
En el medio del relato… El móvil de Pau comienza a sonar, algo extraño ocurre segundos después de que pulse la tecla verde para contestar… Su sonrisa se evapora, sus ojos empiezan a parecer vidriosos y su voz se quiebra…

- No puede ser verdad… - es lo único que acierta a contestar…

Lu no tiene tiempo a reaccionar ya que en ese instante a Pau se le escapa el móvil de las manos, se reparte en trozos en el suelo, y ella se desploma de rodillas ante sus piernas abrazándolas entre sollozos.

- ¡Nooo, nooo, nooo! No puede estar muerto, no puede hacerme esto, él me prometió que envejeceríamos juntos Lu, no puede ser – grita.

Como una bala disparada desde demasiado cerca destroza aquella frase el corazón de Lu. Raúl, el novio de Paula muerto, ella también piensa por un instante que aquella pesadilla no puede ser real. Dani, Pau, Raúl y ella, los Cuatro Fantásticos como eran conocidos en sus bares de tapeo, ese fue el nombre que imprimieron en la primera camiseta que hicieron mientras no tuvieron slogan. Raúl era el chico guapo, morenito, de pelo engominado, labios suaves, el que tenía cara de pillo y podía aparentar ser un niño bueno pero quizá daba más la sensación de chulito, con sus chaquetas siempre a la moda, a veces de cuero, con su camisa un poco desabrochada cerca del cuello enseñando una camiseta siempre perfectamente combinada…

- No, de hecho seguro que no es cierto, no puede serlo, Raúl nunca incumpliría una promesa, ven conmigo Lu - Pau se levanta, se enjuga las lágrimas con el dorso de la mano, logra incluso un amago de sonrisa, se agacha de nuevo y recoge cariñosamente las partes del móvil para recomponerlo, ella que a cualquier golpe que recibe su amiga siempre responde con una sonrisa y un “tranquila cariño, entre las dos buscaremos una solución”.

A su salida de la peluquería Lu tiene la sensación de que todo está más oscuro que cuando entró, quizá porque ya lo está asimilando, ella no cree que Dani se haya equivocado, es imposible que se equivoque comunicando algo así. Cuando en el hospital les dicen que tienen que pulsar la planta baja del ascensor Lu ya no tiene ninguna duda, mientras que Pau todavía piensa en los quirófanos, si en 25 años nada le ha salido mal no puede ser que el primer golpe sea aquel, al menos eso quiere creer, lo desea con tanta fuerza que casi le duele.

(Paula) Un nudo que no sé muy bien si comienza en mi estómago o se sitúa en mi garganta, una sábana que levantan para que lo vea, algo que he visto tantas veces en las series que ponen hoy día, que te hacen ver la muerte casi como algo inexcusable para enlazar acontecimientos. Pero esta muerte era innecesaria, éramos uno desde aquella mañana en el patio del colegio con cinco años, aquel momento en el que me dio un beso inocente con su pequeña boquita…

-Ooooh, estaba muy rico. Pero ahora vamos a tener un bebé, tendrás que casarte conmigo – le dije yo.
- Bueno, no iba a pedírtelo hasta los diez añitos pero vale – me contestó todo digno - ¿te puedo dar otro entonces?
- Noo, estás loco, no quiero tener gemelos, con uno nos llega… Además cuando estemos casados creo que hay unos juegos de besitos mucho mejores, mis tíos los hacen cuando me quedo en su casa y piensan que duermo. Y creo que se hacen cosquillas porque se ríen un montón. ¿A ti te gustan las cosquillas?

Desde aquel día todo fue perfecto, jugamos muchas veces a besos y cosquillas cuando llegó el momento, nos agarramos de la mano desde aquel día en el patio del colegio, en excursiones, paseos, viajes… Hasta hoy… Ahora ya sé lo que ocurre cuando algo se tuerce en una vida perfecta, el infierno tiene el triple de llama, los dolores se multiplican por infinito y los caminos que puedes coger parecen dibujados con lluvia de piedras. Lu no se molesta en darme consejos ni usar los eufemismos de las muertes, me abraza fuerte y llora conmigo en silencio, quizá no sabe que decir, se lo agradezco de todos modos, yo tampoco sabría que contestar, y de hecho no sé cuando recuperaré la voz, no la siento en mi garganta desde que aquella sábana dejó al descubierto su cuerpo magullado, sus moratones recién dibujados, sangre seca por su ropa, no quiero recordarlo así.

- Un accidente terrible – comunica el médico, como si no fuese una obviedad, pero no puedo culparlo a él.
- ¿Sufrió? – lo pregunta Lu por mí, porque ella sabe que eso es lo primero que quiero saber.
- Murió en el acto - como él deseaba, sin una agonía de horas o días, temía tanto al dolor que tenía que acompañarlo a hacerse los análisis y cogerlo de la mano que le quedaba libre – por lo que tengo entendido el accidente se produjo cuando…

- Yo… yo… No quería matar a nadie… Te lo juro… - aquella voz interrumpe el relato del médico.

(…)

Veinte minutos antes de llegar ellas, en uno de los pasillos de aquel mismo hospital alguien escribe algo, no precisamente en papel de recetas ni partes médicos, sino sobre los amplios y blanquecinos dientes dibujados en un folleto de higiene bucal.

“Ridículo hasta como asesino involuntario,
estúpido hasta cuando quiero darme una nueva oportunidad;
cansado de mis traspiés, de mis errores y de mi vida de tropiezos y caídas.
Esta vez alguien más inocente que yo ha pagado,
desconozco si se merecía un castigo por algún pecado a destiempo,
o si de haberlo conocido hubiese deseado irme yo en su lugar…
De todos modos esta vez al igual que las demás pagaré con lágrimas y soledad”

(…)

(Paula) Con mis ojos anegados en lágrimas diviso a un chico delgaducho que no aparenta siquiera ser mayor de edad, su piel tiene un color tan blanco como si no viese el sol, el pelo medio rubio le llega liso hasta su ojo derecho, entonces me fijo en que sus ojos oscuros están enrojecidos de llorar, aprieta con fuerza sus labios finos conteniendo quizá un llanto y nos observa arrimado al marco de la puerta. Va vestido con unos sencillos vaqueros y una camiseta en la que se lee “es lo que hay”, empiezo a odiar los mensajes en las camisetas desde ese mismo instante.

- Sólo te pido que escuches como sucedieron las cosas… - se para como esperando a que reniegue de esa oportunidad y lo envíe directamente delante de un juez, nadie se da cuenta de que no me sale la voz – Esta mañana un empleado de Seur timbró en mi puerta, supuse que traía otro de aquellos paquetes que me mandaba mi madre con inventos para conseguir que saliese de casa, porque llevo unos cuantos años un poco deprimido y asocial… - traga saliva, creo que deseando sacarse de encima un peso enorme y contarnos también sus desgracias, pero aceptando que no es el momento oportuno – Y acerté, esta vez era una magnífica cámara de fotos, el objetivo de mi madre tomaba color y por primera vez en muchos años sentí la necesidad real de salir de mi muerte en vida, deseé con todas mis fuerzas respirar aire puro y hacer miles de fotos. Así que me puse algo presentable y llamé a un taxi, le metí toda la prisa que pude al taxista inventándome que llegaba tarde a una cita importante, tenía una necesidad ingente de empezar a fotografiar todos aquellos lugares que llevaba toda la vida grabando en mi mente… De repente me di cuenta de que el perfil del taxista era interesante, supongo que aproximé demasiado la cámara, todavía no entiendo si el flash le hizo daño al rebotar en sus gafas o si fue más bien un susto y un acto reflejo exagerado y brusco… - desvía su mirada hacia el suelo - Fue.. un volantazo inesperado… luego lo recuerdo todo muy rápido – no puede aguantar más y rompe a llorar mientras termina el relato, no quiero sentir pena por él pero se ve tan frágil y asustado… incluso acelera el ritmo de las palabras - atropellamos a este chico, terminó rebotando con su cabeza contra la esquina de la acera, el charco de sangre se hizo cada vez mayor, llamamos a la ambulancia, me pareció una eternidad la espera, no se pudo hacer nada, creo que murió un par de minutos después del impacto. Y no sé si hago bien o mal pero – me pasa la cámara – ironías de esas con las que no se cuentan, tu novio salió en la foto que pretendía hacerle al taxista, creí que quizá te gustaría tenerla, puede que me equivoque… En todo caso tenía que dar la cara, el taxista me ha denunciado a mí, la culpa ha sido mía… Y aunque miles y millones de veces te pida perdón vas a seguir viendo en mí a un ridículo asesino…

1 comentario:

  1. Tambien lo lei!!!! y tambien me encanta!!!! sigue asi!! voy a por el siguiente, aunk se ke m kedaré con las ganas de mas, pero bueno!!! seré paciente. Un besote enorme wapa. Muaks

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