viernes, 17 de diciembre de 2010

Noveno Capítulo

Todo se sucede demasiado rápido en los recuerdos resacosos de Dani. Una bofetada con una ira inusitada de Lucy, otra de la misma en la mejilla contraria antes de que se recupere de la primera, un tipo que no lo golpea pero lo saca a rastras del salón y lo deja tirado sobre el frío suelo del ascensor al tiempo que masculla algo que él cree entender como “pobre borracho infeliz”…
Ignorando el malestar de la que considera ahora una estúpida resaca, marca el número de móvil de la nota que acaba de coger de su mesilla de noche.

-¿Ya es de día? – contesta una voz somnolienta.
- Yo… diría que sí – lo hace sentir tonto al pillarlo por sorpresa – vamos que si levantas la persiana entrará tanta claridad como para verle la cola al tal David.
- Un momento… si mi cerebro está procesando correctamente la información… y tu acento ayuda lo que tiene que ayudar… tú eres el tal Dani ¿no?
- A falta de un héroe de pacotilla en el que convertirme sí, ese soy.
- Mierda, otro que leía a Superlópez o a Superman o al Capitán Nosequé de canijo. Que los héroes son un invento para que creamos que el rollo ese de sentir admiración no es un espejismo. ¡Despierta hombre! Visita a Cálico Electrónico en Youtube y a vivir.
- ¿Tú no admiras a nadie? – pregunta Dani con cierto escepticismo.
- Yo… - esta vez es a Bea a quien ha pillado por sorpresa la pregunta aparentemente seria de él – Por supuesto que no. ¿A quien quieres que admire en este mundo plagado de estúpidos?
- A mí – afirma convencido.
- Querido egocéntrico, no suelo admirar a pequeños saltamontes como tú. Por cierto, ¿sólo me has despertado para pedirme que te admire?

Si tuviese que ser sincero llegaría a decirle que ni siquiera para eso la llamaba, que simplemente quería hablar con alguien desconocido que le pudiese regalar otra perspectiva de lo sucio que se sentía.
Intenta pensar rápido huyendo de los recuerdos de la noche anterior y ahí están los fuegos artificiales que lo acompañaron a casa, ahí está su idea.

- Claro que no. ¡Te llamo para invitarte al San Froilán! – tan contento está de haber tenido la idea que parece estar diciéndole que le ha tocado la lotería.
- ¿Invitarme a qué? Verás yo soy atea y no celebro esas cosas de procesiones y tal…
- Ignorante – Dani se da cuenta de que es la segunda vez que se lo llama desde que se conocen así que apresura las siguientes palabras – Ven a las fiestas de Lugo y olvida esos rollos que te pegas para evitar las colas, nunca he conocido a una tía tan profesional como tú en escaquearse de todo con discursos tan simples y rotundos.
- ¿Y por qué supones que voy a aceptar esa propuesta de un desconocido? Ya sabes, mi madre me doró mucho la oreja de pequeña con lo de “no cojas caramelos de desconocidos ni aceptes acompañarlos a ningún lado”.
- ¿Y no te decía algo tipo “ni se te ocurra pedirle a un chico que te enseñé el pito para compararlo con el del David”?
- Sucio insincero, eso ha sido un golpe bajo.
- Te ofrezco mi piso y seis noches de fiesta sin pagar un duro. Venga… Hace un par de días que llegué de Florencia y todo me aburre, en tus manos está ayudar a que el cambio de aires no me deje kao – cree que no colará pero es de esas cosas que de repente uno piensa que no puede dejar pasar sin intentarlo.
- Mmm.. – parece más un quejido de querer volverse a dormir que la señal de que se lo esté pensando – Te enviaré un mensajito para confirmártelo o renegar de tu propuesta. Ahora te tengo que dejar o llegaré tarde a discutir con el novio de mi compi de piso, se cree que por darle placer puede reponer fuerzas con mi desayuno el muy imbécil.

Dani se ríe sin comprender muy bien todo aquel baturrillo que le acaba de soltar, y cuando querría despedirse ya ella le ha colgado. Dura de pelar la chavalita, piensa. Todo lo contrario es Paula, dulce y sonriente, cálida pero no caliente, sexy al tiempo que recatada, y de Raúl, ella siempre ha sido de Raúl, como si todo el día llevase un cartel de “Propiedad de Raúl, intocable, territorio prohibido”. Y ahora tan indefensa, de repente tan sensual, aquel camisón que llevaba la noche anterior pedía guerra, pero él jamás… no… no podría… aunque ya la había besado… pero en teoría estaba enamorado de Lucy… De repente se da cuenta de que su amor por Lucy se ha convertido con el paso de tantos años en un amor inexistente a la par que cómodo, estar enamorado de Lucy era la garantía de acostarse con todas las que quisiera con una especie de licencia, un permiso en el que se podía leer “tiene derecho a ser un hombre de esos que inspeccionan camas ajenas sin llegar a los corazones de sus dueñas, porque usted ya está enamorado”.

El mensaje en el móvil de Dani no se hace esperar demasiado, apenas veinte minutos más tarde el sobre permanece inmóvil en la cima de la pantalla de su Nokia esperando a que pulse alguna tecla, parece que su mano no sabe cual de las órdenes contradictorias que le manda el cerebro es la correcta y su pulgar va y viene sin tomar tampoco ninguna decisión. “Vamos Dani nunca has sido un cobarde, quizá últimamente un poco pringado, pero eso tiene que cambiar” se dice en voz baja y pulsa las teclas para leer lo siguiente “He decidido no hacerle caso a mi mamá, a las ocho en la estación de Lugo con un paraguas y una Estrella Galicia de esa de la que tanto presumís, cambio y corto, mi mamá dice que es muy pronto para los besos”.

“Sí, sí, sí, sí” repite una y otra vez Dani al tiempo que da saltos por la habitación hasta que llega junto al espejo y se ve ojeroso por la mala vida que se regaló el día anterior y con sus gayumbos de la suerte hechos un churro.

“Con que no te traigas a tu mamá me conformo… Y porque tengo la alfombra roja en la tintorería que sino también te la ponía al bajar del bus chica exigente. De los besos ya debatiremos más intensamente, yo te dejaré probar alguno y ya me contarás...”

Y tras pulsar la tecla de envío se mete en la ducha, despejarse y ponerse guapo además de adecentar su pequeña leonera son sus planes más inmediatos. Intentando ignorar lo vivido en las últimas semanas como si de una antigua vida se tratase no puede evitar el pensar si es Bea el tamagochi que ha decidido buscar pero deshecha la idea de que tenga razón quien más daño le ha hecho de un tiempo para acá.

martes, 9 de noviembre de 2010

Octavo Capítulo (Segunda Parte)

- Has puesto la misma cara que cuando veías a aquel chico que no sabía hablarte más que del tiempo e invitarte a café, - su risa no parece contagiarse a Lucy - ¿qué ocurre?
- Es un poco largo de explicar, desde hace un tiempo recibo mensajes de un chico pero no sé quien es, creo que me conoce y me ha dicho que me quiere pero me he negado a coger ninguna de sus llamadas después de eso. Y ahora dice que está en la puerta con un amigo, ¿qué hacemos?
- Sigues siendo una trastito, mira abrimos la puerta y si no nos convence ninguno de los dos nos vamos de fiesta sin ellos – el cambio de tema la alivia de tal manera que es capaz de pensar con más claridad.

Y ahí está abriendo la puerta Lucy, la que no cree en las casualidades porque la vida le ha demostrado que todo el mundo hace las cosas con un porqué aunque para ello tengan que pasar sobre otros, con su minifalda de cuadros azules y una camiseta básica del mismo color. Sus ojos se abren de forma exagerada, su mano aprieta con tanta fuerza el brazo de Paula que le hace temer que se lo arranque, y es que ahí están ellos, Fran y Dani, y ahí la frase mental de Lucy “¿Qué estúpida broma del destino es esta?”

- Pero… ¿Tú a donde me has traído tío? – Dani está visiblemente borracho y al moverse y gesticular rompe aquella bonita estampa que formaba con el brazo alrededor del cuello de Fran.

Paula intenta cerrar la puerta porque no conoce al chico guapo y descamisado por los aspavientos de Dani, y con el segundo siente asco por el estado en el que se encuentra y vergüenza no sabe muy bien porqué. Pero el chico de ojos verdes se lo impide.

- Veo que os conocéis, yo sólo lo conozco desde que cogimos ayer el taxi en Santiago juntos, y hoy viniendo de camino hacia aquí para darte una sorpresa que por supuesto te prometo que no creí que acabase siendo tan desastrosa, me lo encontré en un bar y se empeñó en invitarme a unas cañas y…
- El resto de la historia es una obviedad Fran, pasad que yo le preparo los tres litros de café que necesita para volver a ser persona – casualidades incomprensibles, historias increíbles, pero al fin Lucy recupera su cordura para acabar con aquella situación de lucha entre la intención de una de cerrar y la de otro de que no se cierre la puerta.
- Bravo tío, bravo, no se te ha ocurrido mejor cosa que traerme junto a este par de arpías, la de los ojos verdes que me ha partido el alma hace nada, y la del camisón que pone bésame y que no puedo besar… - se interrumpe para toser y todos se temen lo peor, una vomitona histórica, pero Dani tiene más aguante del que todos ellos creen y continúa mientras se deja llevar por Fran y sus comentarios son ignorados - ¿te aplaudo con las orejas?
Paula oculta que se ha sonrojado entrando de nuevo en el piso en busca de la cafetera y deseando en su fuero interno que se vayan cuanto antes. Fran no sabe si reírse o pedir a la tierra que se lo trague y Lucy se encuentra en la misma tesitura.

Más tarde con Dani dormido en la habitación de invitados Paula empieza a sentir que sobra y se escabulle disimuladamente hacia la habitación de Lucy.

- ¡Por fin solos! – dice Fran y cambia su lugar en el sillón por otro en el cojín de al lado de Lucy en el sofá.
- Fran… Yo no sabía que tú eras el chico de los sms… - apoya una mano a cada lado de su propio cuerpo y se aleja un poco de él – Y cuando me dijiste que me querías… Imagínate… - contra su voluntad continúa sin poder evitar hacer odiosas pausas entre frase y frase – Creí que todo era una broma… Y decidí ignorar al chico de los mensajes…
- ¿Y qué importa ahora todo aquello? Actué como un estúpido quinceañero vergonzoso y por eso estoy aquí, para actuar como el tipo maduro que supuestamente soy – decide volver a acortar distancias con Lucy, y lentamente lo va consiguiendo.

- Fran…
- Sshh..

Pone un dedo suavemente sobre sus labios para impedir que interrumpa lo que él considera inevitable y luego la besa sin notar resistencia alguna, como si ella también lo estuviese esperando desde el principio. Pero aquel beso les resulta insuficiente e inconscientes empiezan a acariciarse y a aflojar la ropa del otro jugando bajo ella sin quitársela todavía.

- Te presto la cama para que te la folles – se escucha decir casi en un grito al invitado borracho desde alguna parte del salón.

Sofocados, avergonzados y molestos Fran y Lucy acomodan su ropa sabiendo que no hay manera de disimular lo obvio. Ella se levanta y encara a Dani.

- ¿Quién coño te crees? Llegas a mi casa borracho, te cuidamos y te crees todavía con más derecho a meterte en mi vida. ¡Cómprate un tamagochi y olvídate de mi! – le grita a escasos centímetros de su cara.
- Claro, tú ya eres tamagochi de otros. Pablo seguramente tenía razón cuando decía que lo mejor de ti era tu faceta de putita.

Octavo Capítulo (Primera Parte)

Es cuatro de Octubre, comienzan las fiestas de San Froilán en Lugo. Casetas de pulpo para grandes y pequeños, atracciones (barracas) en las que siempre ves algún adulto fingiendo que se lo pasa pipa sólo porque va con sus hijos o sobrinos, pero se lo pasaría bien como otros miles simplemente por subir en aquellos trenes de brujas, saltamontes, el gato que grita “miau que te como”, la uve, la noria, o los troncos en los que llegas al final empapado, aunque no necesitas ducharte de esta manera porque es mítica la lluvia que cae en San Froilán por la que los primeros días se venden casi tantos paraguas como raciones de pulpo.
Paula intenta no quedarse sin maleta ni dejar a alguien sin pies conduciéndola en medio de toda aquella multitud con ganas de fiesta que baja veloz de los autobuses rumbo a quien sabe a donde. Tras haber perdido de forma premeditada el avión en el que volvía Dani y haber reservado uno para el día siguiente llega con ganas de que alguien grite su nombre, le quite las maletas de la mano y la lleve en brazos hasta su almohada, pero ese alguien ya no existe. De algún modo se ha despedido de él en Florencia con un monólogo ante el espejo: “hace dos semanas que me faltas, quise dejarme morir, creí que convertirme en un fantasma era la mejor forma de pasar los días sin ti, quince días Raúl, abandoné todo y a todos para darme cuenta de que es imposible huir de ti porque todavía estás aquí – dijo golpeándose la parte de arriba del pecho izquierdo – y de mi corazón no puedo huir vaya a donde vaya.”
Su escapada a Florencia había sido motivo de tantas alegrías como dudas, los momentos con Dani habían sido tan curativos como para dejar de pensar en Raúl, y lo que más le preocupaba eran las sensaciones de aquel beso. Inmediatamente después de que se besasen se sintió tan culpable que decidió que el hecho de que Dani se fuese era lo mejor, pero más tarde se dio cuenta de que ella había colaborado con un ansia increíble, se había quedado con ganas de más, había experimentado una inquietud que no había sentido antes, un cosquilleo que no reconocía pero del que había escuchado hablar. ¿Habría vivido una mentira toda la vida con Raúl? Se iba a volver loca si seguía con esa lucha interna, así que se prometió a sí misma no volver a dudar de lo suyo con Raúl y no perder la cabeza por lo que no era más que la necesidad de saciar su deseo, porque seguramente no fuese más que eso.

El móvil vibra como siempre en el bolsillo contrario a la mano que tiene libre, gracias a la práctica se hace un nudo con ella misma pero logra cogerlo.

- ¿Sí?
- Paulita, soy Lucy, sí ya sé que no te volví a llamar desde aquel día, pero es que he tenido más turistas que pulpos hay en el “Sanfroi” estos días.
- No pasa nada, y pulpos no sé, pero acabo de llegar a Lugo y parece más bien que ha estallado la tercera guerra mundial, no sé si me perderé entre la gente y acabaré a las doce de la noche en una calle desconocida y sin maleta. ¿Te acuerdas de aquel amigo de Carla que se cogió tal borrachera que nos llamó a las cinco de la mañana y para explicarnos donde estaba nos decía que había un árbol y un banco? Como si Lugo no tuviese bancos y árboles a patadas – se ríe como no lo hacía desde el beso de Dani, recuperar a Lucy es lo mejor que le puede pasar, es lo único seguro que tiene ya además de su familia.
- ¿Estás en Lugo? Eso sí es un notición, porque en unos veinte minutos empiezan mis días libres con esto de las fiestas, ya sabes que yo cuanto más trabajo veo antes me escaqueo, - bromea ignorando que Paula no tiene ni idea de la repercusión mediática que han tenido las numerosas bajas de los cuerpos de seguridad ese año para el San Froilán - y me estaba debatiendo entre coger un avión e ir a veros, o buscar algún fiestero por aquí.
- ¡Mierda está lloviendo! – la interrumpe Paula.
- Deduzco que no me estás haciendo mucho caso así que me parece que voy a cerrar y pasar a buscarte paraguas en mano, es tu día de suerte porque algún turista se ha dejado uno, que si fuese por mi escasa afición a los paraguas ya sabes… – y vuelven a reírse sin pensar en las conversaciones pendientes, como antes de que sucediesen todas las cosas innombrables.
- Superwoman a tu lado era un asco, acepto tu propuesta y me voy de fiesta contigo para compensártelo.

Y continúan con sus orejas pegadas al móvil para hacerle más ameno el trayecto a una y la espera a la otra, Lucy la pone al día de los nuevos cotilleos y Paula le presta atención deseando que no llegue el momento de dar explicaciones, que sigan eternamente en ese instante en el que parece no haber fisuras entre ambas.
Cuando la llamada se corta se funden en un abrazo, tan ansiosas que a punto están de caerse al suelo.
Bajo aquel paraguas color plata, ocultando el deseo de tirar todo lo que tienen entre manos y ponerse a pisar charcos como hacían años atrás, olvidando si tienen edad o no para hacerlo, olvidando el sentido del ridículo que a veces tantas alas corta… Se deciden por recorrer con paso rápido cada acera y paso de peatones sin poder evitar mojarse a lo tonto hasta llegar al piso de Lucy y desnudarse sin pudores.

- No me apetece abrir la maleta llena de ropa sucia, ¿me dejas algo mientras no decido que me pongo para salir de fiesta? – pregunta Paula mientras hace volar su camiseta llena de algo que parecen manchas y sólo son gotones de agua.
- Sólo si me cuentas lo que no quieres contarme.
- Lu, no me hagas eso – contesta haciendo una curva hacia abajo con sus labios y poniendo ojos tristones.

Lucy le tiende su camisón de las ocasiones especiales, una mezcla entre picardías y camisón, entre lencería fina y prenda de diario, que por delante pone “¡Bésame…” y por detrás lo remata con un “…y quédate a dormir!”
Paula lo reconoce como una de sus “piezas de guerra” y se extraña de que lo haya sacado del cajón del fondo, parece que estas semanas han sido tranquilas en la vida de su amiga, la asaltan las dudas sobre lo que sabe de su vida amorosa últimamente, sólo recuerda un misterioso chico que no llegó a conocer y las peticiones ignoradas de Dani. Empieza a contarle hechos insignificantes, a describirle rincones florentinos como la mejor guía turística que existe desde Internet hasta el papel, pero llega un momento en el que lo inevitable no puede posponerse más y se lo va narrando con cierto pasotismo, luchando contra un posible temblor en la voz, llegando a ese beso que de repente parece haber sido soñado.

- No me importa el beso de Dani – parece decirlo segura de sí misma pero en realidad no puede evitar sentir esos celos de cuando una cree que algo va a seguir siendo suyo a pesar de renegar de ello – aunque no sé a que está jugando, se me declara a mí y te besa días después a ti. Pero lo que me preocupa es lo que te afecta, mírate, hablas nerviosa como una quinceañera ante su primer beso – y le da una palmada en el hombro a modo de simpática riña.
- No digas tonterías, sabes que yo sólo amo a Raúl… - contesta Paula con gesto ceñudo.
- No te escudes en eso Pau, puedo equivocarme pero te conozco tanto que… - ante el gesto desolado de su amiga decide no insistir – Bueno mira, yo soy como el polígrafo que sólo tiene el noventa y pico de credibilidad así que no me hagas caso.

“Estoy en la puerta con un amigo, ¿puedo pasar?” lee Lucy incrédula tras el pitido de un mensaje en su iPhone.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Séptimo Capítulo (Segunda Parte)

Minutos después de ver al David, Dani le dedicó un guiño a su conquista a modo de adiós. Paula evitó su mano en venganza por el mal rato que le había hecho pasar, y el plato de pasta les recordó a ambos a Lucy, la eterna enamorada de la comida italiana que de haber estado allí hubiese hecho alguna locura que los hiciese reír.
Con sus miradas perdidas en quien sabe donde terminaron en la Catedral, y allí lejos de Dani y más allá de las puertas de bronce del Baptisterio rodaron veloces lágrimas por el rostro desmaquillado de Paula, desconcertada por aquel repentino bajón emocional.

El segundo día una salida temprana para evitar la cola de subida a la cúpula de Brunelleschi, un grupo de españoles que salía y al reconocerlos como paisanos sonrieron con cariño ante recuerdos de añorados pasados, una señora se les acercó y les dijo “necesitaré un masaje que me recoloque el cuello de tanto mirar para arriba pero todavía no me he aburrido, y me han dicho que la próxima excursión de la tercera edad nos llevará a la Catedral de León, tendré que encargarle pronto un collarín a mi médico de cabecera, aprovechad vosotros que tenéis un cuello joven y uno puede masajear el del otro”.
Con la señora ya lejos comprendieron los dolores de cuello, comentaron la posibilidad de hacer una escapada de fin de semana a León y se sintieron como dos amantes fugitivos. Más tarde se mostraron decididos a no ver la copia del David de Miguel Angel en la Piazza Della Signoria, Dani alegó “si hemos visto el original, ¿para qué perder el tiempo con plagios que es lo que hacemos gran parte de la vida sin darnos cuenta?”, así que aprovecharon para comer una pizza sintiéndose ignorantes por llevar tantos días allí sin haberla probado.
Un vistazo rápido al exterior del Palazzo Vecchio los condujo deprisa a la Galería de los Uffizi (Galería de los Oficios), donde Dani cumplió su deseo de ver el Nacimiento de Venus de Botticelli en directo, un capricho que se había propuesto para antes de volver a Galicia. Como fin del recorrido por el museo el mítico capuchino en la terraza de la cafetería, con vistas al Palazzo Vecchio de nuevo, mientras en la mesa de al lado uno comenta que desde allí los Medici aprovechaban para observar la animación de la plaza, y otro fantasea con la idea de haber formado parte de esa época.

- ¿Quieres que te cuente el porqué de mi afición a la Venus de Botticelli?
- No tenía claro que tuviese un porqué, creí que era simple deseo de cultura – y le guiñó un ojo pensando en ciertos porqués picarones.
- Mente pervertida la tuya, - Dani abrió la boca y los ojos exageradamente fingiendo sorpresa - por cierto ¿tus guiños siempre son tan provocadores?
- Eih, si quisiera seducirte ya lo habría hecho, te recuerdo que dormimos juntos desde hace algunas noches – y al sonreírle se le hizo aquel hoyuelo que él adora.
- Bueno centrémonos, que en Florencia se respira demasiado love e igual es contagioso o algo. – se rió restándole importancia - Escucha atenta y pon gesto de mostrar interés.
- Que exigente eres, como sigas así esta noche duermes en la bañera – aguantando la risa le regaló un segundo guiño.
- Paulaaaa, no juegues con eso, tus guiños me ponen, deberías saberlo ya desde hace un rato.
- ¡Imbécil! – cogió el sobre de azúcar y le echó su contenido por la cabeza.
- Mmm.. – Dani se puso a hacer teatrillo intentando pillar con la lengua algo del azúcar que bajaba mientras sacudía la cabeza como un perrito recién bañado – o empiezo con la historia o empiezo contigo, tú decides.
- Si me das tu azucarillo te concedo el gesto ese de mostrar interés – se lo dio no sin insistir en el juego infantil de apartárselo varias veces, y después de conseguir echarlo en su café ella apoyó la barbilla sobre una mano y entrecerró los ojos, gestos que hicieron que Dani se riese a carcajadas llamando la atención.
- Bien, allá voy. Cuando era pequeño tenía una imaginación desbordante, bueno de eso no es que esté falto tampoco ahora. – se volvió a reír y Paula le hizo una mueca – De acuerdo, de acuerdo, vuelvo a la historia. El caso es que mi padre era un amante del arte, y su hijo un travieso que acabó dando cambiazos en los exámenes de aquellas obras que el amaba, un secreto que me llevaré a la tumba sin contárselo jamás. Lo sé, ya me vuelvo a desviar… Un día de cada mes hacíamos una mariscada para toda la familia invitando incluso a una de mis tías que era alérgica, estoy seguro de que nos odiaba con todas sus fuerzas mientras se comía su filetito con patatas fritas o las deliciosas brochetas de mi madre, preparadas a destiempo porque mi tía nunca confirmaba su asistencia hasta unas horas antes de la comida, era su forma de devolvernos lo que ella consideraba “nuestra cabronada”. Eran días tan especiales para mí que siempre me guardaba una concha de almeja y otra de vieira para luego limpiarlas y pegarlas en una cartulina con la fecha y un par de recuerdos de aquella comida que se alargaba hasta la madrugada. Un día antes de una de esas comidas mi padre me enseñó la Venus de Botticelli, me impresionaron tanto la chica y la concha, a mi juicio de vieira, que tenía debajo que creo que con mis siete añitos incluso me enamoré. Y en la comida del día siguiente me llevé el libro de arte de mi padre junto a su cámara nueva a mi habitación, convencí a la hija de mi tía alérgica al marisco para teñirse en pelo del mismo color que la Venus con unos botes de pintura de carnaval que quedaban por casa y le conté mi plan de convertirla en una futura obra de arte, “La Venus-Cristina vestida, de Danicelli”, – se rió con todas sus ganas ante sus propias ocurrencias, Paula no se quedó atrás y entre risas le llamó “Daniel el Travieso” – la cosa es que llevé dos conchas de vieira, y las dos terminaron rotas porque yo le mandaba dar un pequeño salto para salir un poco por encima de la concha pero claro la foto salía mal y al bajar tantas veces sobre ellas terminaron partiendo. Todo esto terminó como era obvio, con mi tía dando gritos al ver el pelo de su hija, con mi madre gritando todavía más conmigo por haber urdido todo aquello, y con mi padre sonriente y orgulloso creyendo que aquella era una prueba de mi interés por el arte y diciéndoles a las dos “no seáis exageradas, el niño nos va a salir artista, quería hacer una obra parecida a uno de los grandes y vosotras en vez de alegraros os ponéis histéricas”. Aquella noche en lugar de pensar en las dos semanas sin postre que me esperaban le prometí a mi padre que algún día vendría a ver esta obra, y mi prima prometió hacerse musa, hoy por hoy es una modelo desconocida pero me lo agradece cada vez que me ve, y yo le llamo musa desde aquel día en compensación.

Risas, más risas, lágrimas de risa incluso. Danicelli le propuso a Paula hacer de Venus algún día y se ganó más azúcar sobre su ropa ante la mirada perpleja de la camarera a la que Paula robó los azúcares de la bandeja.


Y el día anterior a irse lo dedican a curiosear por las tiendas típicas en busca de recuerdos para llevar, dándose cuenta que ni en los mejores talleres artesanales podrían encontrar lo que sus mentes buscaban. Comprando por comprar regalos, que fuera del brillo de la parte histórica de aquella ciudad quizá perdiesen su valía por no poder devolverles las sonrisas que según ellos creían, aún sin compartirlo con el otro, se quedarían en Florencia en forma de pequeño secreto. En su último paseo florentino se decidieron por la Piazzale Michelangelo, el mirador más famoso, el que les regaló la panorámica que se quedaría grabada en sus retinas impresionadas junto a las maravillas de aquellos días.



- Pedirte que te quedes conmigo de nuevo además de imposible sería una tontería, así que aunque lo esté deseando no lo haré – se deshace de su abrazo y pone rumbo al baño para encerrarse a pensar.

Los minutos pasan y unos golpes en la puerta la sobresaltan.

- ¿Puedo pasar? – pregunta Dani desde el otro lado sin más explicaciones.
- Vamos a tener que pedir una habitación con dos baños, porque parece que tenemos el mismo reloj para todo lo que implica visitar el baño – le contesta ella acompañándose de una risita.

Paula atrae la puerta hacia sí y se asoma, él se adelanta al ver como aquel trozo de madera se aleja ante él, y al igual que en aquella película que vieron juntos cuatro días antes sus caras se quedan a escasos centímetros de chocar, ella aprieta con los dientes en labio inferior sin que se pueda percibir mientras piensa en su comentario durante aquella peli “venga hombre, a ver que tonto se va a creer que esas cosas pasan”, Dani se lanza entonces a por su boca y desliza la mano por su espalda sorteando la camiseta, excitándose por el hecho de recordarla sin ropa interior… Pero en ese mismo instante una especie de flash pasa por su mente dejando una imagen muy nítida de Raúl en la que le dice aquella frase, aquel consejo que le daba siempre “fíate de tus instintos” y esa alerta hace que se separe inmediatamente obligando a Paula a abrir bruscamente los ojos y provocando que se sonroje.

- Lo siento, preparo mi maleta y me voy, - busca desesperadamente una excusa pero sólo logra tartamudear lo siguiente – no sé en que estaba pensando… vi tu boca tan cerca… me resultó imposible no besarte… pero si quieres que lo olvidemos… por mí está olvidado desde ya.

Y así se suceden las cosas. Una maleta hecha a prisa mientras un fantasma silencioso y encerrado en el baño no sale a despedirse, un aeropuerto tan lleno y él tan solo entre todo aquel barullo, un avión que pone rumbo a su anterior y despiezada vida entre turbulencias como a su juicio tenía que ocurrir en un día como aquel.
Ya en el aeropuerto de Santiago se cruza con menos gente y escucha a varios metros que el último taxi lo pide un chico que se dirige también a Lugo, maldice su relativa suerte y se debate entre aprovechar aquella oportunidad o dejarla escapar y seguir sintiéndose como un pardillo las horas que siguen.

- Oye tú – dice como si las palabras no hubiesen salido de él, hasta que el chico lo mira extrañado y Dani reacciona – acércate un momento por favor.

Sin perder tiempo le explica a su manera la posible artimaña para pagar sólo la mitad gracias a la coincidencia de viajar a la misma ciudad. Y aquel muchacho de apariencia alegre no sólo acepta sino que también le ayuda a subir su maleta y no deja de hablar durante el trayecto de regreso a la Ciudad de la Muralla a pesar de que Dani apenas colabora con más que unos cuantos monosílabos y sonrisas forzadas.

viernes, 22 de octubre de 2010

Séptimo Capítulo (Primera Parte)

Un repetitivo “ring” sale del móvil de Paula interrumpiendo su comida con Dani.

- No me apetece hablar con nadie, contesta tú y da una excusa convincente.
- Sí claro, los típicos “está en la ducha”, “acaba de salir” o “ha emigrado”, soy malísimo para esas cosas – mientras termina la frase ella le lanza el móvil como si le hubiese dado calambre y él contesta ignorando el nombre que parpadea en la pantalla.
- Buenos días, Paula no puede atenderle pero si quiere dejarle un mensaje yo como su secretario personal se lo comunicaré – consigue decir entre risas, pero no recibe respuesta – ¿hay alguien ahí? – inmediatamente los pitidos de que le han colgado sustituyen la suave respiración que hasta entonces escuchaba.


Al otro lado de un teléfono recién colgado, pensamientos que se pelean en la mente de Lucy, quiere ser coherente, pensar con claridad, y por supuesto averiguar el porqué de que todo indique que Dani y Paula han huido juntos o incluso que tienen una aventura.
¿Salir de nuevo por la puerta de atrás? Ni de broma, opta por marcar por segunda vez en el día los nueve dígitos que hace años se sabe de memoria.

- Lucy soy Paula, perdona… - contesta rápida y preocupada su amiga.
- ¿Por qué me pides perdón?
- Es que tengo la impresión de no poder decirte otra frase diferente de la de “esto no es lo que parece”, y eso me cabrea.
- Si tienes algo que contarme hazlo ya, no quiero secretos entre nosotras.
- Ok. Estoy en el mismo hotel que Dani por media casualidad y medio plan pero sin ninguna segunda intención entre manos.
- Te contaré algo. – agrega Lucy con la intención de poner las cartas sobre la mesa- Antes de llamarte al móvil llamé directamente al hotel, ahí me dijeron que con cual de los Señores García quería hablar, y no sólo eso sino que pregunté si no les quedaba ninguna habitación vacía y me dijeron que si quería reservar estaba de suerte, porque anoche el Señor García había dejado su habitación para irse a la tuya. Pero seguro que eso también tiene una explicación razonable ¿verdad?
- Lu… Entiéndeme… Me siento sola – le contesta Paula casi en un susurro al tiempo que se esconde en el baño para que Dani no escuche esa confesión.
- A lo mejor el problema es que soy un poco cateta y no entiendo esas curas que estáis compartiendo. Espero que a vuestro regreso y en una cita a tres delante de una caña todo suene diferente.
- Lu por favor no me juzgues… - le suplica.
- Nunca lo he hecho… – de repente se le atragantan las palabras que venían a continuación, se da cuenta de que el “ni lo haré” no es ya tan sólido.
- Te quiero mucho.
- Y yo… Oye te tengo que dejar que llaman al timbre – en esto último Lucy miente y ambas son conscientes de ello.
- Vale. Pero antes quiero darte las gracias por todo, desde siempre y hasta este mismo minuto has estado ahí y quiero que así siga siendo, no quiero perderte.
- Gracias a ti, – otra costumbre del trabajo, devolver las gracias sin motivo, por simple y supuesta educación – venga hablaremos pronto, un besiño.

Lucy se abandona a lo largo del sofá, de repente consciente de que ya ha pasado una insípida semana desde la muerte de Raúl. Al parecer Paula empieza a superar de algún modo la etapa de duelo, siendo capaz de dar las gracias o compartir muestras de cariño, pero quedan meses llenos de altibajos y pruebas que superar, y ahí es donde Lu se siente insegura por las dudas sobre la supuesta traición de sus mejores amigos.

(…)

Y sin sentirlo transcurre otra semana más, con sus siete días, en unas vidas que ruedan en una monotonía contagiosa, la cual comparten sin saberlo.

- En cuatro horas tenemos que volver – Dani lo dice ciertamente apenado, simulando una sonrisa que lo compense – habrá que hacer de este estercolero un par de maletas decentes ¿no?
- Yo no estoy segura de querer volver, tengo ganas de ver a Lucy y de aclararle todo, es nuestro primer malentendido y me fastidia. Pero al mismo tiempo aquí se vive tan bien que hasta me he acostumbrado a nuestro recepcionista cotilla, Marco se hace querer – al finalizar la frase se levanta de la cama, la camiseta de Dani con la que ha dormido parece haber encogido y le regala una visión de su trasero hasta entonces desconocida por él, que alarga la mano sin darse cuenta y retrocede antes de que ella lo perciba diciéndose a sí mismo que es culpa de llevar tanto tiempo sin acariciar ni juguetear con ninguna chica.

- Te entiendo, pero mis vacaciones se terminan y tú deberías enfrentarte a tu vida. Sé que quince días no son suficientes para superar nada de esto pero yo seguiré ahí – se incorpora y la estrecha entre sus brazos con indudable cariño, tal como lo ha hecho toda aquella semana.



Y es que Florencia, el lugar donde han estado escondidos y ausentes era lo que ambos necesitaban. Hospedados quince días en el Hotel Boboli, durmiendo abrazados todas las noches, hablando hasta altas horas de la madrugada, y despertándose en poses con cierto erotismo al mediodía siguiente, han hecho demasiadas cosas de pareja desde el papel de simples amigos. A escasos minutos a pie desde el hotel y cogidos de la mano por Ponte Vecchio han pensado que sería un recorrido ideal para hacer a diario camino de un supuesto trabajo. Y en el Jardín Bóboli se han dejado impresionar por sus senderos, lagos y grutas, han disfrutado de los miradores, de cada rincón escondido, y algún que otro picnic, bajo el mismo sol florentino que los acompañaba cuando se perdieron y encontraron miles de veces en aquella enorme maravilla.

Dejaron para los tres últimos días lo que debería haber sido visita obligada de los primeros. Así el primer día de esos tres disfrutaron de la Galería de Accademia y su auténtico David de Miguel Ángel, con anécdota incluida.

- ¿Una cola tan larga para ver una cola tan chiquitita? Yo paso tía - escucharon decir tras ellos.
- Ignorante – dijo Dani en voz alta sorprendido por su inconsciencia pero satisfecho.
- Mira con quien te metes chulillo – le contestó aquella chica de unos veinte años y apariencia roquera.
- Con una persona que cree que todos los que estamos en esta cola vamos a mirarle el rabo al David, lo tengo claro.
- Pues yo preferiría mirarte el tuyo, también lo tengo claro.
- Vamos a dejarlo aquí – le contestó Dani entre risas a su juicio inevitables por la respuesta, y ajeno a la cara de disgusto de su amiga añadió – que seas española te deja una posibilidad entre un millón de que nos encontremos en nuestro país y puedas comparar la cola del David con la de Dani que soy yo.
- Mira, sólo por no llegar a la comparación desinformada me voy a quedar a aguantar esta cola, por cierto me llamo Bea – más que acercarse se abalanzó sobre Dani regalándole dos sonoros besos. Y dos minutos más tarde le introdujo descaradamente una tarjeta en el bolsillo, de nuevo ante la mirada desaprobatoria de Paula.

Bea Rueda
Trabajo: Teleoperadora. (No trabajo en las líneas eróticas, una pena)
Mi número: está escrito por detrás, me gusta que te esfuerces.
Soy una madrileña del Barsa, sí me gusta nadar a contracorriente, y además estoy
enamoradísima de Guardiola.

jueves, 14 de octubre de 2010

Sexto Capítulo

Días más tarde. Tras otra dolorosa despedida en aquel aeropuerto de Santiago, tras una visita a aquel cementerio gris para contarle a Raúl que sin él todo su mundo se ha desbarajustado tanto como el de Paula. Aquella mañana Lucy se encuentra en el bolso aquel pequeño papel estrujado que no consiguió hacer aparecer cuando se lo quería enseñar a Paula. Y comienza a leerlo.

Empresa contratante: El corazón de Dani García.
Empleada de puesto fijo: Si lo deseas Tú.

Si firmas con un beso de labios de color rojo este contrato accedes a ser mi pareja, sin condiciones de permanencia aunque también sin garantías. Sólo te puedo prometer el deseo de intentar hacerte feliz día a día y la certeza de estar enamorado de ti desde hace tanto tiempo que no sabría ni acordarme.
Ha llegado el día, el momento del sí o del no, necesito saberlo.

Empresa Contratante Tú

Dani´s Heart =) LO SIENTO PERO NO



Una llamada inconsciente sigue a esa lectura.


- ¿Lucy? – contesta él sin esconder su sorpresa.
- Sí, soy yo, la Lucy que está cansada de que cruces disimuladamente de acera si la ves a lo lejos o entres en una tienda de cómics cuando todos sabemos que para ti Mortadelo es una mortadela sin aceitunas y no un personaje – el enfado crece entre sus palabras.
- Creo que no tienes derecho a juzgar todas estas cosas Lucy – Dani habla sin entusiasmo, como luchando una guerra perdida.
- ¿Por qué? ¿Ahora va a resultar que por no poder quererte como tu desearías me he convertido en una apestada? – aquellas palabras suenan como si las escupiese.
- Sigo diciéndote que esto ya no es asunto tuyo, me dueles y no puedo fingir lo contrario, ya han sido demasiados años aparentando quererte como amiga y no amarte. Para llegar a olvidarte no puedo estar todos los días quedando contigo para ir de cañas, es una obviedad – sin querer casi le grita.
- Y si yo te echo de menos, ¿eso no importa? – se muerde el labio inferior conteniendo una lágrima caprichosa.
- ¿Por qué tienen que ser siempre más importantes tus sentimientos que los míos? – le reprocha.
- En ningún momento he pretendido que lo sean, simplemente te estoy diciendo que te echo de menos, que Raúl se ha ido para siempre, que Paula se ha ido también sin fecha de regreso – traga saliva - Tú y yo somos los únicos que quedamos de esta pequeña familia que habíamos creado y si huyes de mí es como si destruyésemos lo poco que queda.
- Todo lo que dices puede ser lo cierto y bonito que quieras pero la realidad es que no quiero luchar más por fingir. Y ahora te tengo que dejar Lucy, que me acabo de bajar de un avión y necesito descansar.

Y cuelga sin esperar la respuesta de ella, sin decirle a donde huye. De algún modo deseando que la rapidez con la que se cierra aquella tapa del móvil marque el fin no sólo de aquella llamada sino también de la pesadilla que significa el amor no correspondido.

Ante el insistente pitido de la llamada finalizada Lucy lanza el móvil sin rumbo fijo, con la buena suerte de hacerlo rebotar sobre la suave superficie del sillón de enfrente y la mala de que se quede en varios trozos esparcidos por la alfombra al golpear de vuelta el revistero. No quiere recogerlos pero cambia de opinión cuando recuerda el número desconocido del que vio llamadas perdidas unos cuantos días seguidos y al que siempre ignoró.

“¿Quién eres? ¿Y por qué dedicas casi más tiempo a llamarme que a dormir? :D” - Escribe el mensaje sin meditar el contenido. Sobre la marcha ha decidido darse un día de pensamientos vagos y de cero reflexiones, con tonteo gratuito si surge.
La respuesta se hace esperar así que enciende la tele sin esperanzas de poder juguetear.

“Supongo que hay tantos tipos detrás tuya que realmente no sabes quien puedo ser. Fdo: alguien que te echa de menos.” – él ha esperado tanto ese momento que lo que menos desea es jugar, pero no puede evitar desear conocer cosas de Lucy que quizá sólo en el misterio se dejan entrever.

“¿Dani?” - el subconsciente la traiciona, hablando de echar de menos le ha parecido una evidencia de que se refiere a la llamada anterior.

“Pi-pi, respuesta errónea. Va a resultar cierto que hay competencia : ( No soy el tal Dani y… tengo un “problemilla” contigo.”

“Qué novedad! Últimamente sólo medio mundo parece echarme la culpa de algo así que súmate y cuéntame de que se trata.”

“Es que… creo que te quiero… Y es un problemilla porque hace mucho que dejé de creer en el amor…”

De repente Lucy recupera aquella sensación del pasado. Porque mientras la mayoría de la gente reacciona ante un “te quiero” con alegría desbordante ella experimenta algo diferente, desasosiego, inquietud y cierto miedo a la responsabilidad que para ella implican esas palabras, tanto es así que hacen que el tonteo y el juego al que se había entregado pierdan interés. Minutos más tarde decide ignorar el móvil y se dirige a la oficina de turismo intentando borrar el mensaje de su propia memoria interna.

Entre aquellas cuatro paredes y sin ganas de trabajar deja el bolso sobre la mesa, un ruido extraño la hace remover en su interior, el culpable es el modo vibrador que obliga al móvil a luchar contra las llaves por culpa de la llamada de aquel número desconocido de los mensajes. Los interrogantes la llevan a la puerta de atrás, a la idea de apagar el móvil como último recurso, y dedicarse entonces a conversar con otros desconocidos como si tuviesen más importancia por contrato unos desconocidos que otros.

(…)

- Sólo abrázame.
- Todo el tiempo y las veces que lo necesites.
- No sé si podré superarlo, por muy lejos que vaya lo llevo en mi piel y me despierto buscándolo entre mis sábanas. Debes considerarme una estúpida por ser incapaz de olvidarlo – le dice ella con la cabeza sobre sus piernas y el brazo de él bajo su pecho indicándole que está cerca.
- Entonces llámame tú también estúpido porque yo no sólo lucho contra las ansias de hablar con mi amigo que ya no está sino que además tiro piedras contra el recuerdo de Lucy, – su voz tiembla – a ti Raúl te abandonó contra su voluntad Paula pero a mí ella no me dio ni una pequeña oportunidad para quererla.
- Ella no te ama, no desees que te mienta – se lo dice mirando al vacío, más sincera que nunca, quizá porque ya nada parece ser importante y todo se ve más claro en los demás.
- Mierda, no quiero hablar más de esto, este tema me convierte siempre en un pusilánime. – se levanta de forma brusca dejándola caer sobre el duro cojín sin apenas darse cuenta – Me voy a mi habitación, nos vemos mañana.
- No, quédate. – Paula se incorpora alisándose con inocencia el camisón rojo que le da por encima de la rodilla – Sabes de sobra que entre nosotros no hay ningún peligro, nunca pasaríamos de un beso en la mejilla o un cariñoso abrazo, quédate – lo dice con seguridad, disimulando la súplica y el sentimiento de soledad que en realidad la acorrala, y le sonríe.
- De acuerdo, pero no sé si eso de dormir aquí es tan buena idea teniendo una habitación pagada a unos metros.
- Anúlala y trae tus cosas – le contesta ella con resolución al tiempo que se dirige perezosamente al baño.
- Paula esto me da miedo, me estás pidiendo que duerma en tu cama como si fuésemos dos niños inocentes – Dani alza la voz para que lo escuche desde dentro.
- Tú estás pensando en Lu y yo en Raúl ¿no?
- Sí, claro, tienes razón… - y no muy convencido se dirige a realizar el cambio ante la curiosa mirada del recepcionista que lo atiende, provocando que se sonroje.

(…)

La ausencia de clientes en busca de respuestas provoca la salida de la guía turística a comprar el periódico y alguna que otra revista del corazón que le haga más llevadera la mañana con los ires y venires de las no menos desastrosas vidas de algunos famosos de tres al cuarto. Recorre su calle de todas las mañanas y gira a la derecha para coger la conocida como “Calle de las Dulcerías”, no ha desayunado y no le importa admitir que para superar esa mañana necesita ingentes dosis de dulces y chocolate, para lo cual simplemente elige basándose en un escaparate que parece decir “si buscas la perdición en repostería este es sin duda el lugar”.

- Muy buenos días – su trabajo le ha aprendido a saludar con fingida alegría en cualquier lugar así sea con cuarenta de fiebre o un nudo en el estómago.

La señora la ignora deliberadamente mientras charla con el joven que le trae la mercancía. Lucy tiene tiempo de observar intentando no entrecerrar los ojos como lo hacemos cuando algo nos disgusta y queremos mirar con odio consiguiendo en la mayoría de los casos que piensen que tenemos miopía. La mujer parece anunciar en sí misma que sus dulces son para no dejar de comer, es la típica dependienta rechoncha de mofletes sonrosados, en este caso con un delantal azul que combina sin éxito con un exceso de sombra de ojos del mismo color. La impaciencia de Lucy empieza a resultar difícil de disimular, le gustaría decir algo tipo “le juro que le enseño a aplicarse la sombra de ojos por un trozo de chocolate, pero si me hace esperar más tiempo sin haber cola la pintaré tanto de azul que sus clientes dudarán si se trata de la abuela pitufa o de un nuevo bicho de la peli de Avatar”, se repite a sí misma tres veces la palabra paciencia y anota mentalmente esa dulcería en la lista negra de escaparates asombrosos llevados por dependientas mediocres.
Minutos más tarde sale de allí con dos empanadillas de bonito, una crujiente barra de pan y varios dulces perfectamente empaquetados en aquella bolsa blanca que ni siquiera se adorna con un rinconcito de publicidad del establecimiento. Sus pasos abandonan también esa calle, y su mirada se va posando primero en aquellos chicos que sacan un paquete de cigarros de la mochila orgullosos seguramente de estar faltando a clase con la intuición de no poder ser pillados, luego en dos mujeres que parecen debatirse entre aparentar los treinta y pocos o los cuarenta y muchos dependiendo de sus maquillajes y conversan delante del ayuntamiento sobre el niño que ajeno a sus supuestos problemas por no tener todavía traje para la boda de una de sus tías juega en el cochecito, y finalmente observa a los tres señores mayores que sentados en el banco a la sombra de un árbol conversan sobre sus achaques al parecer tan antiguos como la Plaza de España en la que se encuentran. Tres generaciones con sus diversiones y sus quejas, tres generaciones de las cuales Lucy considera haber vivido una y media y de repente no sabe si lo ha hecho bien.
Gira a la izquierda para recorrer la Calle de la Reina, dejando atrás el ayuntamiento al que entró un par de veces con el amigo que quería despuntar en la política o la amiga que controlaba sus gastos y quería coger allí la gratuita tela para los trajes de las fiestas de romanos de la ciudad lucense, y atrás queda también la Farmacia Central en cuyo espejo tantas veces se ha mirado intentando ignorar sus desaliñados cabellos.
Y unos cuantos escaparates después ojeando los titulares desde la cola del kiosco una punzada dolorosa se ensaña con el lado derecho de su caja torácica.

_El “asesino del flash”, nuevo columnista de este periódico con sus cartas desde la cárcel y próximamente en libertad._

Sin esperar su turno se abalanza sobre el periódico y comienza a buscar la carta en su interior deseosa de que todo sea un malentendido o un chiste.

“Me presento como me siento:
Desafortunado, cosa que no justifica la fama de patoso asesino que me he ganado.
Infeliz, algo que no me regalará el perdón por mucho que me arrodille.
Estúpido, porque cuando iba a recuperar mi vida destruí otra.
Inútil, porque es el adjetivo que me regala la sociedad por no dominar cosas que no me importan ni me interesan y he terminado por creérmelo.
Asocial, nadie ve nada en mí y yo veo todavía menos en ellos…

En resumen me declaro culpable, culpable de haber vivido tanto para nada. Pero no puedo echarme también la culpa por no haber nacido perfecto o por ser tan poca cosa ante los ojos ajenos, ni por ser un patoso con mala suerte, lo siento.

Vuestro nadaquerido pocacosa

viernes, 8 de octubre de 2010

Quinto Capítulo (Segunda Parte)

- Pues… porque me atraes pero con un fin sexual y no amoroso – siente la mirada de los dos de la otra mesa sobre su nuca, sus ojos tatuando en la misma la palabra “guarra” o algo peor, y luego seguro que se miran entre ellos para confirmárselo. Traga saliva y continúa – Porque no puedo hacerte promesas que de antemano sé incumplidas, ni quiero dejar resonando en tus oídos la mítica respuesta aunque lo cierto sea que te quiero mucho como amigo y no como pareja, y… - reúne valor – porque he conocido a alguien que quizá deba olvidar pero no usándote a ti para ello.
- Sabía la respuesta, - mueve la cabeza de derecha a izquierda indicando un “no puede ser” - hace años que sabía que sería un no, y a pesar de todo me haces daño con ella – desvía la mirada hacia la mesa – Tenemos que dejar de vernos durante un tiempo.
- Pero…- no le deja decir más, aunque tampoco hubiese sabido muy bien que alegar.
- Pero nada – recoge la hoja estrujándola hasta hacer una bola dentro de su mano – necesitaré tiempo para digerir la negativa, y mucho más tiempo para borrar lo que siento. El tipo duro mostrándose débil, gran hazaña Lucy, gran hazaña.

Y con ese reproche abandona la mesa, el bar y a Lucy que se dirige al baño huyendo de las miradas que permanecen cerca juzgando su supuesto error.

(…)

Y como los golpes nunca vienen solos sino uno tras otro, a Lucy le espera otra pequeña sorpresa en su silencioso piso.

- Me alegro de que llegues por fin porque ya he tomado una decisión y quería que fueses la primera en saberla. Voy a hacer un viaje de esos curativos y solitarios.
- Decidas lo que decidas sabes que te apoyo cien por cien siempre que sea para que te sientas mejor. Pero prométeme que vas a volver Paula, que acabo de perder a Dani también y no soportaría quedarme sola del todo – y sin querer una tras otra las lágrimas surcan su ligera capa de maquillaje.
- Cuéntame eso – se sienta rápidamente y da una palmadita en el cojín de su lado derecho indicándole el lugar que quiere que ocupe con verdadero interés.