jueves, 4 de noviembre de 2010

Séptimo Capítulo (Segunda Parte)

Minutos después de ver al David, Dani le dedicó un guiño a su conquista a modo de adiós. Paula evitó su mano en venganza por el mal rato que le había hecho pasar, y el plato de pasta les recordó a ambos a Lucy, la eterna enamorada de la comida italiana que de haber estado allí hubiese hecho alguna locura que los hiciese reír.
Con sus miradas perdidas en quien sabe donde terminaron en la Catedral, y allí lejos de Dani y más allá de las puertas de bronce del Baptisterio rodaron veloces lágrimas por el rostro desmaquillado de Paula, desconcertada por aquel repentino bajón emocional.

El segundo día una salida temprana para evitar la cola de subida a la cúpula de Brunelleschi, un grupo de españoles que salía y al reconocerlos como paisanos sonrieron con cariño ante recuerdos de añorados pasados, una señora se les acercó y les dijo “necesitaré un masaje que me recoloque el cuello de tanto mirar para arriba pero todavía no me he aburrido, y me han dicho que la próxima excursión de la tercera edad nos llevará a la Catedral de León, tendré que encargarle pronto un collarín a mi médico de cabecera, aprovechad vosotros que tenéis un cuello joven y uno puede masajear el del otro”.
Con la señora ya lejos comprendieron los dolores de cuello, comentaron la posibilidad de hacer una escapada de fin de semana a León y se sintieron como dos amantes fugitivos. Más tarde se mostraron decididos a no ver la copia del David de Miguel Angel en la Piazza Della Signoria, Dani alegó “si hemos visto el original, ¿para qué perder el tiempo con plagios que es lo que hacemos gran parte de la vida sin darnos cuenta?”, así que aprovecharon para comer una pizza sintiéndose ignorantes por llevar tantos días allí sin haberla probado.
Un vistazo rápido al exterior del Palazzo Vecchio los condujo deprisa a la Galería de los Uffizi (Galería de los Oficios), donde Dani cumplió su deseo de ver el Nacimiento de Venus de Botticelli en directo, un capricho que se había propuesto para antes de volver a Galicia. Como fin del recorrido por el museo el mítico capuchino en la terraza de la cafetería, con vistas al Palazzo Vecchio de nuevo, mientras en la mesa de al lado uno comenta que desde allí los Medici aprovechaban para observar la animación de la plaza, y otro fantasea con la idea de haber formado parte de esa época.

- ¿Quieres que te cuente el porqué de mi afición a la Venus de Botticelli?
- No tenía claro que tuviese un porqué, creí que era simple deseo de cultura – y le guiñó un ojo pensando en ciertos porqués picarones.
- Mente pervertida la tuya, - Dani abrió la boca y los ojos exageradamente fingiendo sorpresa - por cierto ¿tus guiños siempre son tan provocadores?
- Eih, si quisiera seducirte ya lo habría hecho, te recuerdo que dormimos juntos desde hace algunas noches – y al sonreírle se le hizo aquel hoyuelo que él adora.
- Bueno centrémonos, que en Florencia se respira demasiado love e igual es contagioso o algo. – se rió restándole importancia - Escucha atenta y pon gesto de mostrar interés.
- Que exigente eres, como sigas así esta noche duermes en la bañera – aguantando la risa le regaló un segundo guiño.
- Paulaaaa, no juegues con eso, tus guiños me ponen, deberías saberlo ya desde hace un rato.
- ¡Imbécil! – cogió el sobre de azúcar y le echó su contenido por la cabeza.
- Mmm.. – Dani se puso a hacer teatrillo intentando pillar con la lengua algo del azúcar que bajaba mientras sacudía la cabeza como un perrito recién bañado – o empiezo con la historia o empiezo contigo, tú decides.
- Si me das tu azucarillo te concedo el gesto ese de mostrar interés – se lo dio no sin insistir en el juego infantil de apartárselo varias veces, y después de conseguir echarlo en su café ella apoyó la barbilla sobre una mano y entrecerró los ojos, gestos que hicieron que Dani se riese a carcajadas llamando la atención.
- Bien, allá voy. Cuando era pequeño tenía una imaginación desbordante, bueno de eso no es que esté falto tampoco ahora. – se volvió a reír y Paula le hizo una mueca – De acuerdo, de acuerdo, vuelvo a la historia. El caso es que mi padre era un amante del arte, y su hijo un travieso que acabó dando cambiazos en los exámenes de aquellas obras que el amaba, un secreto que me llevaré a la tumba sin contárselo jamás. Lo sé, ya me vuelvo a desviar… Un día de cada mes hacíamos una mariscada para toda la familia invitando incluso a una de mis tías que era alérgica, estoy seguro de que nos odiaba con todas sus fuerzas mientras se comía su filetito con patatas fritas o las deliciosas brochetas de mi madre, preparadas a destiempo porque mi tía nunca confirmaba su asistencia hasta unas horas antes de la comida, era su forma de devolvernos lo que ella consideraba “nuestra cabronada”. Eran días tan especiales para mí que siempre me guardaba una concha de almeja y otra de vieira para luego limpiarlas y pegarlas en una cartulina con la fecha y un par de recuerdos de aquella comida que se alargaba hasta la madrugada. Un día antes de una de esas comidas mi padre me enseñó la Venus de Botticelli, me impresionaron tanto la chica y la concha, a mi juicio de vieira, que tenía debajo que creo que con mis siete añitos incluso me enamoré. Y en la comida del día siguiente me llevé el libro de arte de mi padre junto a su cámara nueva a mi habitación, convencí a la hija de mi tía alérgica al marisco para teñirse en pelo del mismo color que la Venus con unos botes de pintura de carnaval que quedaban por casa y le conté mi plan de convertirla en una futura obra de arte, “La Venus-Cristina vestida, de Danicelli”, – se rió con todas sus ganas ante sus propias ocurrencias, Paula no se quedó atrás y entre risas le llamó “Daniel el Travieso” – la cosa es que llevé dos conchas de vieira, y las dos terminaron rotas porque yo le mandaba dar un pequeño salto para salir un poco por encima de la concha pero claro la foto salía mal y al bajar tantas veces sobre ellas terminaron partiendo. Todo esto terminó como era obvio, con mi tía dando gritos al ver el pelo de su hija, con mi madre gritando todavía más conmigo por haber urdido todo aquello, y con mi padre sonriente y orgulloso creyendo que aquella era una prueba de mi interés por el arte y diciéndoles a las dos “no seáis exageradas, el niño nos va a salir artista, quería hacer una obra parecida a uno de los grandes y vosotras en vez de alegraros os ponéis histéricas”. Aquella noche en lugar de pensar en las dos semanas sin postre que me esperaban le prometí a mi padre que algún día vendría a ver esta obra, y mi prima prometió hacerse musa, hoy por hoy es una modelo desconocida pero me lo agradece cada vez que me ve, y yo le llamo musa desde aquel día en compensación.

Risas, más risas, lágrimas de risa incluso. Danicelli le propuso a Paula hacer de Venus algún día y se ganó más azúcar sobre su ropa ante la mirada perpleja de la camarera a la que Paula robó los azúcares de la bandeja.


Y el día anterior a irse lo dedican a curiosear por las tiendas típicas en busca de recuerdos para llevar, dándose cuenta que ni en los mejores talleres artesanales podrían encontrar lo que sus mentes buscaban. Comprando por comprar regalos, que fuera del brillo de la parte histórica de aquella ciudad quizá perdiesen su valía por no poder devolverles las sonrisas que según ellos creían, aún sin compartirlo con el otro, se quedarían en Florencia en forma de pequeño secreto. En su último paseo florentino se decidieron por la Piazzale Michelangelo, el mirador más famoso, el que les regaló la panorámica que se quedaría grabada en sus retinas impresionadas junto a las maravillas de aquellos días.



- Pedirte que te quedes conmigo de nuevo además de imposible sería una tontería, así que aunque lo esté deseando no lo haré – se deshace de su abrazo y pone rumbo al baño para encerrarse a pensar.

Los minutos pasan y unos golpes en la puerta la sobresaltan.

- ¿Puedo pasar? – pregunta Dani desde el otro lado sin más explicaciones.
- Vamos a tener que pedir una habitación con dos baños, porque parece que tenemos el mismo reloj para todo lo que implica visitar el baño – le contesta ella acompañándose de una risita.

Paula atrae la puerta hacia sí y se asoma, él se adelanta al ver como aquel trozo de madera se aleja ante él, y al igual que en aquella película que vieron juntos cuatro días antes sus caras se quedan a escasos centímetros de chocar, ella aprieta con los dientes en labio inferior sin que se pueda percibir mientras piensa en su comentario durante aquella peli “venga hombre, a ver que tonto se va a creer que esas cosas pasan”, Dani se lanza entonces a por su boca y desliza la mano por su espalda sorteando la camiseta, excitándose por el hecho de recordarla sin ropa interior… Pero en ese mismo instante una especie de flash pasa por su mente dejando una imagen muy nítida de Raúl en la que le dice aquella frase, aquel consejo que le daba siempre “fíate de tus instintos” y esa alerta hace que se separe inmediatamente obligando a Paula a abrir bruscamente los ojos y provocando que se sonroje.

- Lo siento, preparo mi maleta y me voy, - busca desesperadamente una excusa pero sólo logra tartamudear lo siguiente – no sé en que estaba pensando… vi tu boca tan cerca… me resultó imposible no besarte… pero si quieres que lo olvidemos… por mí está olvidado desde ya.

Y así se suceden las cosas. Una maleta hecha a prisa mientras un fantasma silencioso y encerrado en el baño no sale a despedirse, un aeropuerto tan lleno y él tan solo entre todo aquel barullo, un avión que pone rumbo a su anterior y despiezada vida entre turbulencias como a su juicio tenía que ocurrir en un día como aquel.
Ya en el aeropuerto de Santiago se cruza con menos gente y escucha a varios metros que el último taxi lo pide un chico que se dirige también a Lugo, maldice su relativa suerte y se debate entre aprovechar aquella oportunidad o dejarla escapar y seguir sintiéndose como un pardillo las horas que siguen.

- Oye tú – dice como si las palabras no hubiesen salido de él, hasta que el chico lo mira extrañado y Dani reacciona – acércate un momento por favor.

Sin perder tiempo le explica a su manera la posible artimaña para pagar sólo la mitad gracias a la coincidencia de viajar a la misma ciudad. Y aquel muchacho de apariencia alegre no sólo acepta sino que también le ayuda a subir su maleta y no deja de hablar durante el trayecto de regreso a la Ciudad de la Muralla a pesar de que Dani apenas colabora con más que unos cuantos monosílabos y sonrisas forzadas.

4 comentarios:

  1. Uyuy, qué jaleos se me traen Dani y Paula??? mmm, molaría que pasara algo más entre ellos, pero tb está el recuerdo de Raúl, que...
    Insuperable el capi, como siempre :)
    Estoy deseando que se horneen los siguientes para degustarlos, mmmm ;)
    Un besazooo!!! ^^

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  2. wapisimaaaaa!!! El capi, está genial, y cada dia mejor!!!!!! Eso de paula y Dani.. se veia venir pero.. Y Bea¿? eh¿? xDDDD na, esta genial y con ganas de comerme los otros dos capítulos que se están haciendo!!!! Un besazo preciosa!! muaks wapa!!!

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  3. dioos kate!!!! me encantoo!!! uufff jajaaj sobre to lo de mi nombre ehh! no es broma jolin el capitulo en general sta geniaaal en seriooo me has dejado con ganas d mas y espero pronto el siguiente perdona no haber leido antes sk no e tenido tiempo xD un besito guapa y muchas gracias x lo del nombreee chao =)

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  4. Me ha gustado mucho, Kate, este capítulo es fresco y natural, la espontaneidad de los hechos y los recuerdos de Dani me han hecho imaginármelo como si fuera una foto. Y el momento de tensión sexual entre él y Paula, al final, deja la cosa con una incógnita abierta que puede derivar en cualquier cosas... que tú quieras. Jajajaja =)). Un beso.

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