martes, 28 de septiembre de 2010

Segundo "Capirulo" (Primera Parte)

Lucy se levanta sigilosa, coge una hoja, escribe y la pega con celo al despertador, dejándolo todo sobre la cómoda que está a dos metros del lado de la cama en el que se encuentra él, dormido, con aquel rostro de niño tranquilo, cualquiera diría que todavía inocente sobre las miserias del mundo.

10 minutos más tarde…
¡Piiiiiiiiiii Piiiiiiiii, Piiiiiiiii Piiiiiiii, Piiiiiiii Piiiiiiii!
Ella cierra los ojos fingiendo un sueño profundo, mientras él se levanta de un salto y corre a apagarlo.

“Gracias por la cura momentánea de mi virus,
Gracias por el calor, el ritmo, el cariño,
el mimo, la pasión, los juegos…
He descubierto lo que ganas callado y me gusta”

- Seguro que creíste que desaparecería por la noche o que me despertaría prometiéndote amor eterno, las típicas cosas que hacéis vosotros, pero no, me he quedado a darte los buenos días y a dejarte esta nota sin misterios, se me da mejor decir algunas cosas por escrito – escucha tras él.
- Vaya haces mejor de chico que yo mismo, ¿te vienes a dar una ducha conmigo? – le guiña un ojo.
- ¿Crees que me has hecho sudar tanto?

Se ríen, se enjabonan, se besan con deseo. En sus mentes chirría lo de “cuando amanece apetece” pero ninguno de los dos se atreve a complicar más las cosas, no saben en que punto están, ni si algún día se repetirá esa escena, sólo saben que un sabroso desayuno les espera en la churrería Don Pepe.

(…)

**En aquella casa cerca de la muralla alguien escribe de nuevo…
“Todas mis bandejas de entrada han amanecido vacías al igual que mi corazón.
Todos los bares llenos de gente, y todas las bibliotecas y librerías solitarias.
Todos los escaparates radiantes y todas las promociones con ligeras fisuras de las que quizá jamás nos lleguemos a enterar.
No generalices me dirían, pero yo no les doy la oportunidad de manipular mis opiniones.
Huyo de la compañía de personas que son importantes y de personas que se creen que lo son, porque sólo colaboran a que me sienta un muñeco de trapo tirado en medio de la basura.
Huyo de toda la publicidad que promete cambiar mi desgastada pero íntegra alma por una con conexión a todo a precio de autodestrucción.
Y por más que me gritéis “cobarde”, “gallina”… No conseguiréis un trofeo, ni una pegatina, ni siquiera una fría medalla… Sólo mi absoluta indiferencia.”

(…)

- Muy buenos días, ¿qué van a querer? – dijo aquel hombre de calvicie pronunciada, al que le hubiese gustado que alguno de sus clientes le preguntase su nombre y se interesase por el dolor de pies que sufría al final del día, él que se pasaba doce horas detrás de aquella barra y ni siquiera era su dueño.

Lucy y Fran piden sus chocolates con churros tranquilos, ajenos a las desgraciadas vidas que les rodean, atesorando aquellos instantes juntos, sin pensar en nada más.
Poco después. Dos caminos que se separan para ir a distintas oficinas aquella mañana. Un beso no dado, no por no sentirlo sino por temer no poder terminarlo. Una llamada. Sin quererlo, sin desearlo y sin haberlo esperado, aquel anuncio de un cambio de planes.

Horas después, el reloj del ayuntamiento toca indicando las doce al tiempo que Lucy levanta la cabeza a causa del tintineo de la campanilla que indica un nuevo cliente. Al igual que la mañana anterior el cliente tiene forma de jefe, pero esta vez Fran no trae su sonrisa de relaciones públicas, ni viene a invitarla a nada, esta vez…

- Lucy vengo a despedirme, vuelvo a Barcelona… - ojala no hubiese recibido esa llamada, ojala no tuviese que decirte esto, ojala pudiese cambiar las cosas con una lámpara mágica como mi héroe de cuando era un niño – vengo a despedirme, mi vuelo sale en dos horas.

Ella no quiere que su voz salga temblorosa y la delate, no quiere que sus palabras escogidas sin pensar puedan dar a entender que en el fondo quiere que se quede, y que quiere ver si con el tiempo… Pero no hay tiempo… ¿Cómo decía aquel vecino de la aldea donde vivía de pequeña? “No digas que no tienes tiempo para cumplir tus deseos, si no lo encuentras róbalo, no es un delito si haces sonreír a alguien en esas horas robadas”.

- Dame un par de minutos, o quizá sólo unos segundos – dice segura de sí misma.

Fran piensa en el escaso tiempo que tiene para hacer las maletas, en el taxi que ya lo debe estar esperando cerca de allí, desearía quedarse con ella, probar si se podrían compaginar sus vidas… Pero no hay tiempo…
Lucy llama para decir que sigue enferma, que necesita salir, la encargada de su oficina le contesta que los virus no se curan en un día, que se tire en la cama y se olvide del trabajo porque ya le tiene una sustituta. Razón no le falta en que su virus no se cura en un día, quizá por eso ella está decidida a medicarse un poco más. En cuanto a lo de que la sustituyan no está tan de acuerdo, odia lo de “te sustituirá X”, le recuerda a momentos en los que fue sustituida en cariño, en amor, en sensaciones, en trabajos... No puede evitar ese temor a que quien la sustituya sea mejor y se quede con lo que hasta ese momento era suyo.

- He tenido un plan, pero tú tienes la última palabra… Mi idea es que hoy pierdas el avión, yo me voy contigo a Santiago, pasamos la tarde juntos y te reservo un avión para esta noche o mañana por la mañana… ¿Qué contestas? - en su mente sólo suena un “que diga que sí por favor”, mientras le sonríe y termina por morderse el labio inferior inquieta.

Varios “peros” recorren la mente de él… Demasiados en tan pocos segundos… Y su expresión seria se tensa más.
El tintineo de la campanita de entrada rompe lo que a Lu le parecen eternos segundos de silencio en busca de una respuesta, Fran se vuelve hacia la pareja que acaba de entrar y les habla deprisa.

- Muy buenos días, lo sentimos pero hemos decidido hacer una inversión de tiempo que implica el cierre inmediato de esta oficina.

Ni siquiera el mismo sabe el porqué se ha expresado así, pero ella comienza a recoger sus cosas teniendo claro que aquello es un sí.
De camino hacia su piso él recupera el ritmo de habla del día anterior, a su llegada rehace una maleta apenas deshecha mientras ella prepara unos sándwiches de queso fresco, tomate y boquerones, una mezcla improvisada que consiguió en su nevera. Y en el taxi Fran y el conductor comparten su anecdotario de buenos viajeros, Lucy agradece en silencio el poder relajar su atención, disfrutar de casas abandonadas, mansiones restauradas, paisajes, de ese verde que sólo Galicia sabe pintar… Y en ese instante se da cuenta de que hace demasiado que no visita Santiago, tendrá que inventarse caminos hasta encontrar los lugares que conoce, sonríe pensando en lo desastrosa que puede terminar siendo su idea, sonríe porque está con él.
El taxi los deja donde finaliza la zona residencial a petición de Lu, desea sentir paso a paso aquellos lugares cargados de leyendas.

- Disfruta del día, sin condiciones, sólo tú, yo y Santiago – le dice a Fran nada más bajarse.

La cámara de Lucy, una Samsung, rosa al sol y roja a la sombra, que no desaparece de su bolso ningún día del año, capta miradas de Fran, monasterios, templos, palacios, calles antiguas, más miradas y sonrisas de Fran, le comenta que también él debería ser nombrado Patrimonio de la Humanidad y lo besa, sin condiciones, en una de las entradas a la Catedral, en la que llamaban siglos atrás “Puerta del Paraíso”.

- Ya sé que estamos demasiado cerca de la puerta como para no entrar pero… Lo único que he saboreado desde que estamos en Santiago han sido tus labios, y créeme que alimentan, pero quiero llevarte a un lugar en el que tienen como especialidad “mordiscos de sabores”.

4 comentarios:

  1. Me gusta....pòr cierto me quedo con la frase (y la parte grrr) de "cuando amanece apetece" XDD Muy, muy bueno baby ^^

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  2. Me encanta, aqui es cuando se enamoran el uno del otro y no saben que hacer cuando llega el final xDD Me callaré para no desvelar nada xD

    en serio sigue así ;)

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  3. Ya lei esta parte... es magnifica!! la chica.. siento decirte, pero es igual ami cuando me enamoro!!! suelo sorprender asi y... yo estoy de acuerdo con serela!!! asik.. no diremos nada!!! shhhhhhhhh!!!!! xDDDD teQQQ wapa

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