Sin darle tiempo a responder se acerca a un transeúnte que le indica sin mucho interés lo cerca o lejos que se encuentra, parece harto de ser guía gratuito de todos los visitantes perdidos que acoge la ciudad.
Cervecería A Taberna do Bispo, lee Fran. Lo ha llevado a uno de los sitios indudablemente más concurridos desde su apertura en 2002, unos pasos en su interior y su cara al ver aquella barra-expositor de tapas es de verdadera sorpresa.
- Esperaba descubrir algún día la expresión de mi cara que produjo las risas de quienes me trajeron aquí por primera vez, y la acabo de descubrir en ti- dice ella entre risas – debes saber que las tapas son uno de mis vicios, me da igual acompañarlas de un mosto o de una caña, pero no hay Viernes que no salga con mi grupito de tapeo, incluso tenemos una camiseta que pone “¡No sólo de tapas vive la humanidad, pero ayuda!”
- Estás loquísima, me encantas – le contesta embobado.
Tapas, pinchos, cazuelitas, montaditos, las únicas decisiones difíciles son cual comerse primero y cual dejar para otra ocasión, uno roba del plato del otro, tapas a medias, besos de sabores diversos… Mentalmente aquel lugar queda bautizado por ellos como su “rincón de pequeños placeres”.
Lu dice que va al baño y de paso paga la cuenta a escondidas, él se da cuenta demasiado tarde, pone morritos pero no le da importancia, y ella le regala un minipunto sin decírselo.
Caminan por aquellas calles del casco antiguo agarrados de la mano. La mente de ella le juega una mala pasada recordándole la manera en la que paseaba con Pablo por otras calles, nunca agarrada de la mano con ternura sino con el brazo de él alrededor de su cuello, a ratos estorbándole. Por un momento cree que se trataba de una metáfora que indicaba su poder sobre ella, luego piensa que el control en la cama era más cosa de ella… y finalmente decide alejarse de esos recuerdos.
Por su camino ven camareros fuera de los restaurantes y bares intentando captar clientes, lo mismo ocurre en ciertas tiendas saliendo incluso a ofrecer trocitos de tarta de Santiago, Lucy compra una caja de muñecos formados por almendras bañadas en chocolate, frutos secos y chocolate, una mezcla que la conquista aún sin hambre alguna.
Al fin se encuentran en la “Plaza do Obradoiro”, justo enfrente de la fachada principal de la Catedral, ella le pide que la imite y se acuesta en el suelo, y allí acostados con la Catedral de fondo lo besa, segundos, quizá más, han cumplido una tradición que ella no recuerda si inventó ella misma o la vio alguna vez en un reportaje del Camino de Santiago, pero al fin ha sido como ella deseaba, y permanecen unos minutos más agarrados de la mano observando la Catedral desde esa curiosa perspectiva, antes de levantarse cada uno pide un deseo sin contarle nada al otro. ¿Será el mismo?
- Y delante de ustedes la historia que comenzó el 25 de Julio del año 813, cuando el obispo Teodomiro descubrió el sepulcro del Apóstol Santiago en una pequeña aldea que terminó convirtiéndose en lo que hoy es Santiago de Compostela.
La gente comienza a sumarse a aquel amago de explicación, y ella se deja llevar, les explica, se inventa respuestas a algunas de sus curiosidades y les sonríe a todos y cada uno. Fran sonríe a su lado, se da cuenta de que todo lo que le ocurre con ella es especial, le regala sonrisas, lo sorprende, lo desconcierta, lo hace sentir cosas que no sentía desde la última vez que le partieron el corazón.
Ella lo coge de la mano y casi huye pidiendo disculpas a sus atentos clientes, una rápida visita por la catedral, un paseo en el llamativo tren que recorre parte de la ciudad, y finalmente sus cuerpos cansados y felices a un tiempo se entregan al descanso en los sofás del Café Casino. El edificio de un antiguo casino que conserva la decoración de su interior, con un ambiente sombrío en ciertas partes de la estancia que evoca tiempos pasados, y un piano.
Fran se acerca a aquel piano, levanta la tapa y le dedica a Lucy algo de un tal Ludovico Einaudi, ella no lo conoce pero cambia la sensación que le produce, el tener que contenerse para no emocionarse, y sus besos de después del piano con aquel sabor diferente, aquel sabor a la lágrima que se coló en su boca.
Antes de salir de allí Lucy pregunta por otra dirección. Por el camino fotos y más fotos, el casco antiguo de Santiago visto de noche parece un sueño, es como visitar el pasado sin máquina del tiempo.
Hotel San Francisco Monumento, allí es donde ella quiere pasar la noche, en el reformado Convento de San Francisco, hoy por hoy una perfecta combinación de formas antiguas con formas actuales, funcionalidad, diseño, historia, confort, y una atmósfera de tranquilidad, sí parece un anuncio que promete una estancia agradable, pero es real.
- ¿Aquí es donde quieres pasar la noche? Es realmente precioso pero, ¿no somos demasiado pecaminosos como para meternos en un antiguo convento? – bromea Fran.
- Tal vez eso quiere decir que esta noche deseas volver a “pecar” conmigo… - contesta ella con voz sensual, y de repente recuerda algo – ¡Oh Dios, olvidamos hacer tu reserva de avión!
- Mientras reservo la habitación tú me consigues el vuelo ¿sí?… De todos modos no me importaría volver a perderlo por ti – ninguno de los dos se esperaba esa frase que acaba de pasar por el aire.
Ella lo besa, es la mejor respuesta que puede darle a Fran, un beso donde sus lenguas se entrelazan y juguetean, un mordisco suave en el labio inferior de él… Y luego se aleja a llamar a alguien que le solucione la reserva del vuelo para la mañana siguiente. Parece una ironía que le pida a ella que firme su “sentencia de alejamiento”, pero aún deseando sabotear aquello no puede, tiene demasiada conciencia como para jugarle sucio.
Al llegar a la habitación, miradas de asombro, sonrisas, sensaciones de admiración, esas habitaciones transmiten tantas cosas que parece imposible desear deshacer aquella armonía. Pero su deseo supera aquella sensación de calma…
- Me obligan a dejarte pero tengo la oportunidad de agradecerte todo lo que me has regalado en estas cuarenta y ocho horas… - le dice Fran agarrándola de la mano.
- Y yo de seguir haciéndote regalos… - contesta ella sonriente.
La conduce hacia el baño, y en lugar de darle la oportunidad de desnudarse o desnudarla la sorprende cogiendo la regadera de la ducha, comienza a mojarla, ella lucha para mojarlo a él, entre risas acaban empapados, algo que sin duda aumenta todavía más su deseo, las ropas mojadas se quedan en el suelo de aquel baño silencioso y sus cuerpos húmedos se alejan hacia aquella enorme, suave y mullida cama. Ella estira la mano hacia donde dejó su bolso, y saca algo que Fran no le vio comprar, un bote de chocolate líquido y otro de nata, además de un fular que sale por error.
- Un momento, tú ya contabas con tenerme esta noche bajo tus sabanas cariño.
- Oye egocéntrico, ¿no te has parado a pensar que creí que ibas a pedir otra habitación y traía ingredientes para entretenerme haciendo una tarta? – al decir esto ambos estallan en carcajadas.
Entonces ella tira el fular al aire sin importarle si cae al suelo o en el sillón cercano, pero Fran lo coge al vuelo.
- Crea caminos de nata y chocolate, luego yo los seguiré mientras tus brazos quedan atados con el fular… - le susurra al oído al tiempo que le lame la oreja, excitándola y haciéndola aceptar de inmediato.
Y así lo hacen, cuando los brazos de ella están atados suavemente a la cabecera de la cama, él comienza por el camino que le ha marcado con nata desde su boca hasta el fondo de su cuello, empezando con un beso y siguiendo a lametazos, continúa por el segundo camino que sale con chocolate desde allí mismo hasta sus pezones, donde se para con suaves mordiscos y algún pellizco que la vuelven loca, sin duda acaba de descubrir uno de sus puntos débiles, de ahí el camino se renueva con curvas hechas de nata que se acaban perdiendo entre sus piernas, donde la lengua de Fran se pierde también después de besar el interior de sus muslos.
Casi el mismo recorrido le proporciona él, variando un poco de nata que se dirige hacia su nuca y en un inesperado zigzag va a parar otro camino hacia su sobaco derecho, camino que Lu sigue con un dedo que entre risas le da para que chupe antes de atarlo con el fular y perderse entre nata y chocolate por su cálido cuerpo.
Una vez desatado se reencuentran en el centro de la cama, besándose sin tregua, manoseándose sin descanso, y así encuentran una nueva postura, aquella en que de rodillas sobre la cama pueden regalarse abrazos y besos, y mirarse directamente a los ojos mientras comienzan a ser sólo uno con la ayuda de pequeños movimientos íntimos y excitantes.
Aunque no tenga nada que ver con estar en un antiguo convento después de varios giros llegan a la postura del misionero, Fran se sonríe pensando en la poca religiosidad de esa postura a pesar del nombre, y ella colabora al ritmo sin pensar en nada más que en el momento que tiene entre manos. Esta vez el final se le antoja un poquito más normal debido al cansancio, pero igualmente placentero, se separan sudorosos y cómplices, y se acomodan de aquella forma que ambos conocen de la noche anterior con el brazo de él abrazando su vientre, con su pecho pegado a la espalda de ella, y con sus respiraciones normalizándose entre susurros.
(…)
Al igual que la noche anterior ella se despierta antes, busca en su bolso una de aquellas agendas en las que siempre apunta cosas que luego le encanta tachar, arranca una hoja y con su bic azul escribe en letras mayúsculas algo, que deja donde hasta hace sólo un rato descansaba su cabeza.
Cuando Fran abre los ojos la busca entre sus sábanas, tiene por un instante esa sensación de soledad y abandono, pero en su fuero interno sabe que ella estará cerca. Se mueve hacia su lado de la cama para aspirar su perfume y algo cruje bajo su pelo.
“Fuiste mi mejor vicodina que diría el doctor House,
mi mejor morfina que dirían los doctores de verdad,
por eso quiero que antes de irte sepas…
Que te echaré de menos…
(Suene cursi o como suene tenía que decírtelo)
Firmado: Tu tarta de chocolate y nata.”
Al rato ella sale del baño y se vuelve a meter entre las sábanas, él está vuelto hacia el lado contrario y la nota ha desaparecido.
- Vaya pues sí que era aburrida mi nota, se ha quedado dormido enseguida… - sin querer piensa en alto.
Entonces él se da la vuelta sin darle tiempo a reaccionar, y la besa, no un beso corto de “buenos días”, sino uno intenso de “quiero quedarme contigo”.
- No estaba dormido sino pensando en que también yo te echaré de menos, y en que me encanta cuando en teoría eres cursi – le dice mirándola a los ojos.
Se vuelven a besar, ella se pone sobre él… Y el timbrazo del teléfono la desconcentra…
Son los del servicio de habitaciones a quienes encargaron despertarlos para el desayuno y para que Fran llegase a tiempo a coger el avión. Él propone una ducha para rebajar el calor que le ha provocado el roce de sus cuerpos, y en el baño ella lo informa de que gracias a su genialidad su ropa está mojada en el suelo de aquel baño y no tiene nada que ponerse.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
martes, 28 de septiembre de 2010
Segundo "Capirulo" (Primera Parte)
Lucy se levanta sigilosa, coge una hoja, escribe y la pega con celo al despertador, dejándolo todo sobre la cómoda que está a dos metros del lado de la cama en el que se encuentra él, dormido, con aquel rostro de niño tranquilo, cualquiera diría que todavía inocente sobre las miserias del mundo.
10 minutos más tarde…
¡Piiiiiiiiiii Piiiiiiiii, Piiiiiiiii Piiiiiiii, Piiiiiiii Piiiiiiii!
Ella cierra los ojos fingiendo un sueño profundo, mientras él se levanta de un salto y corre a apagarlo.
“Gracias por la cura momentánea de mi virus,
Gracias por el calor, el ritmo, el cariño,
el mimo, la pasión, los juegos…
He descubierto lo que ganas callado y me gusta”
- Seguro que creíste que desaparecería por la noche o que me despertaría prometiéndote amor eterno, las típicas cosas que hacéis vosotros, pero no, me he quedado a darte los buenos días y a dejarte esta nota sin misterios, se me da mejor decir algunas cosas por escrito – escucha tras él.
- Vaya haces mejor de chico que yo mismo, ¿te vienes a dar una ducha conmigo? – le guiña un ojo.
- ¿Crees que me has hecho sudar tanto?
Se ríen, se enjabonan, se besan con deseo. En sus mentes chirría lo de “cuando amanece apetece” pero ninguno de los dos se atreve a complicar más las cosas, no saben en que punto están, ni si algún día se repetirá esa escena, sólo saben que un sabroso desayuno les espera en la churrería Don Pepe.
(…)
**En aquella casa cerca de la muralla alguien escribe de nuevo…
“Todas mis bandejas de entrada han amanecido vacías al igual que mi corazón.
Todos los bares llenos de gente, y todas las bibliotecas y librerías solitarias.
Todos los escaparates radiantes y todas las promociones con ligeras fisuras de las que quizá jamás nos lleguemos a enterar.
No generalices me dirían, pero yo no les doy la oportunidad de manipular mis opiniones.
Huyo de la compañía de personas que son importantes y de personas que se creen que lo son, porque sólo colaboran a que me sienta un muñeco de trapo tirado en medio de la basura.
Huyo de toda la publicidad que promete cambiar mi desgastada pero íntegra alma por una con conexión a todo a precio de autodestrucción.
Y por más que me gritéis “cobarde”, “gallina”… No conseguiréis un trofeo, ni una pegatina, ni siquiera una fría medalla… Sólo mi absoluta indiferencia.”
(…)
- Muy buenos días, ¿qué van a querer? – dijo aquel hombre de calvicie pronunciada, al que le hubiese gustado que alguno de sus clientes le preguntase su nombre y se interesase por el dolor de pies que sufría al final del día, él que se pasaba doce horas detrás de aquella barra y ni siquiera era su dueño.
Lucy y Fran piden sus chocolates con churros tranquilos, ajenos a las desgraciadas vidas que les rodean, atesorando aquellos instantes juntos, sin pensar en nada más.
Poco después. Dos caminos que se separan para ir a distintas oficinas aquella mañana. Un beso no dado, no por no sentirlo sino por temer no poder terminarlo. Una llamada. Sin quererlo, sin desearlo y sin haberlo esperado, aquel anuncio de un cambio de planes.
Horas después, el reloj del ayuntamiento toca indicando las doce al tiempo que Lucy levanta la cabeza a causa del tintineo de la campanilla que indica un nuevo cliente. Al igual que la mañana anterior el cliente tiene forma de jefe, pero esta vez Fran no trae su sonrisa de relaciones públicas, ni viene a invitarla a nada, esta vez…
- Lucy vengo a despedirme, vuelvo a Barcelona… - ojala no hubiese recibido esa llamada, ojala no tuviese que decirte esto, ojala pudiese cambiar las cosas con una lámpara mágica como mi héroe de cuando era un niño – vengo a despedirme, mi vuelo sale en dos horas.
Ella no quiere que su voz salga temblorosa y la delate, no quiere que sus palabras escogidas sin pensar puedan dar a entender que en el fondo quiere que se quede, y que quiere ver si con el tiempo… Pero no hay tiempo… ¿Cómo decía aquel vecino de la aldea donde vivía de pequeña? “No digas que no tienes tiempo para cumplir tus deseos, si no lo encuentras róbalo, no es un delito si haces sonreír a alguien en esas horas robadas”.
- Dame un par de minutos, o quizá sólo unos segundos – dice segura de sí misma.
Fran piensa en el escaso tiempo que tiene para hacer las maletas, en el taxi que ya lo debe estar esperando cerca de allí, desearía quedarse con ella, probar si se podrían compaginar sus vidas… Pero no hay tiempo…
Lucy llama para decir que sigue enferma, que necesita salir, la encargada de su oficina le contesta que los virus no se curan en un día, que se tire en la cama y se olvide del trabajo porque ya le tiene una sustituta. Razón no le falta en que su virus no se cura en un día, quizá por eso ella está decidida a medicarse un poco más. En cuanto a lo de que la sustituyan no está tan de acuerdo, odia lo de “te sustituirá X”, le recuerda a momentos en los que fue sustituida en cariño, en amor, en sensaciones, en trabajos... No puede evitar ese temor a que quien la sustituya sea mejor y se quede con lo que hasta ese momento era suyo.
- He tenido un plan, pero tú tienes la última palabra… Mi idea es que hoy pierdas el avión, yo me voy contigo a Santiago, pasamos la tarde juntos y te reservo un avión para esta noche o mañana por la mañana… ¿Qué contestas? - en su mente sólo suena un “que diga que sí por favor”, mientras le sonríe y termina por morderse el labio inferior inquieta.
Varios “peros” recorren la mente de él… Demasiados en tan pocos segundos… Y su expresión seria se tensa más.
El tintineo de la campanita de entrada rompe lo que a Lu le parecen eternos segundos de silencio en busca de una respuesta, Fran se vuelve hacia la pareja que acaba de entrar y les habla deprisa.
- Muy buenos días, lo sentimos pero hemos decidido hacer una inversión de tiempo que implica el cierre inmediato de esta oficina.
Ni siquiera el mismo sabe el porqué se ha expresado así, pero ella comienza a recoger sus cosas teniendo claro que aquello es un sí.
De camino hacia su piso él recupera el ritmo de habla del día anterior, a su llegada rehace una maleta apenas deshecha mientras ella prepara unos sándwiches de queso fresco, tomate y boquerones, una mezcla improvisada que consiguió en su nevera. Y en el taxi Fran y el conductor comparten su anecdotario de buenos viajeros, Lucy agradece en silencio el poder relajar su atención, disfrutar de casas abandonadas, mansiones restauradas, paisajes, de ese verde que sólo Galicia sabe pintar… Y en ese instante se da cuenta de que hace demasiado que no visita Santiago, tendrá que inventarse caminos hasta encontrar los lugares que conoce, sonríe pensando en lo desastrosa que puede terminar siendo su idea, sonríe porque está con él.
El taxi los deja donde finaliza la zona residencial a petición de Lu, desea sentir paso a paso aquellos lugares cargados de leyendas.
- Disfruta del día, sin condiciones, sólo tú, yo y Santiago – le dice a Fran nada más bajarse.
La cámara de Lucy, una Samsung, rosa al sol y roja a la sombra, que no desaparece de su bolso ningún día del año, capta miradas de Fran, monasterios, templos, palacios, calles antiguas, más miradas y sonrisas de Fran, le comenta que también él debería ser nombrado Patrimonio de la Humanidad y lo besa, sin condiciones, en una de las entradas a la Catedral, en la que llamaban siglos atrás “Puerta del Paraíso”.
- Ya sé que estamos demasiado cerca de la puerta como para no entrar pero… Lo único que he saboreado desde que estamos en Santiago han sido tus labios, y créeme que alimentan, pero quiero llevarte a un lugar en el que tienen como especialidad “mordiscos de sabores”.
10 minutos más tarde…
¡Piiiiiiiiiii Piiiiiiiii, Piiiiiiiii Piiiiiiii, Piiiiiiii Piiiiiiii!
Ella cierra los ojos fingiendo un sueño profundo, mientras él se levanta de un salto y corre a apagarlo.
“Gracias por la cura momentánea de mi virus,
Gracias por el calor, el ritmo, el cariño,
el mimo, la pasión, los juegos…
He descubierto lo que ganas callado y me gusta”
- Seguro que creíste que desaparecería por la noche o que me despertaría prometiéndote amor eterno, las típicas cosas que hacéis vosotros, pero no, me he quedado a darte los buenos días y a dejarte esta nota sin misterios, se me da mejor decir algunas cosas por escrito – escucha tras él.
- Vaya haces mejor de chico que yo mismo, ¿te vienes a dar una ducha conmigo? – le guiña un ojo.
- ¿Crees que me has hecho sudar tanto?
Se ríen, se enjabonan, se besan con deseo. En sus mentes chirría lo de “cuando amanece apetece” pero ninguno de los dos se atreve a complicar más las cosas, no saben en que punto están, ni si algún día se repetirá esa escena, sólo saben que un sabroso desayuno les espera en la churrería Don Pepe.
(…)
**En aquella casa cerca de la muralla alguien escribe de nuevo…
“Todas mis bandejas de entrada han amanecido vacías al igual que mi corazón.
Todos los bares llenos de gente, y todas las bibliotecas y librerías solitarias.
Todos los escaparates radiantes y todas las promociones con ligeras fisuras de las que quizá jamás nos lleguemos a enterar.
No generalices me dirían, pero yo no les doy la oportunidad de manipular mis opiniones.
Huyo de la compañía de personas que son importantes y de personas que se creen que lo son, porque sólo colaboran a que me sienta un muñeco de trapo tirado en medio de la basura.
Huyo de toda la publicidad que promete cambiar mi desgastada pero íntegra alma por una con conexión a todo a precio de autodestrucción.
Y por más que me gritéis “cobarde”, “gallina”… No conseguiréis un trofeo, ni una pegatina, ni siquiera una fría medalla… Sólo mi absoluta indiferencia.”
(…)
- Muy buenos días, ¿qué van a querer? – dijo aquel hombre de calvicie pronunciada, al que le hubiese gustado que alguno de sus clientes le preguntase su nombre y se interesase por el dolor de pies que sufría al final del día, él que se pasaba doce horas detrás de aquella barra y ni siquiera era su dueño.
Lucy y Fran piden sus chocolates con churros tranquilos, ajenos a las desgraciadas vidas que les rodean, atesorando aquellos instantes juntos, sin pensar en nada más.
Poco después. Dos caminos que se separan para ir a distintas oficinas aquella mañana. Un beso no dado, no por no sentirlo sino por temer no poder terminarlo. Una llamada. Sin quererlo, sin desearlo y sin haberlo esperado, aquel anuncio de un cambio de planes.
Horas después, el reloj del ayuntamiento toca indicando las doce al tiempo que Lucy levanta la cabeza a causa del tintineo de la campanilla que indica un nuevo cliente. Al igual que la mañana anterior el cliente tiene forma de jefe, pero esta vez Fran no trae su sonrisa de relaciones públicas, ni viene a invitarla a nada, esta vez…
- Lucy vengo a despedirme, vuelvo a Barcelona… - ojala no hubiese recibido esa llamada, ojala no tuviese que decirte esto, ojala pudiese cambiar las cosas con una lámpara mágica como mi héroe de cuando era un niño – vengo a despedirme, mi vuelo sale en dos horas.
Ella no quiere que su voz salga temblorosa y la delate, no quiere que sus palabras escogidas sin pensar puedan dar a entender que en el fondo quiere que se quede, y que quiere ver si con el tiempo… Pero no hay tiempo… ¿Cómo decía aquel vecino de la aldea donde vivía de pequeña? “No digas que no tienes tiempo para cumplir tus deseos, si no lo encuentras róbalo, no es un delito si haces sonreír a alguien en esas horas robadas”.
- Dame un par de minutos, o quizá sólo unos segundos – dice segura de sí misma.
Fran piensa en el escaso tiempo que tiene para hacer las maletas, en el taxi que ya lo debe estar esperando cerca de allí, desearía quedarse con ella, probar si se podrían compaginar sus vidas… Pero no hay tiempo…
Lucy llama para decir que sigue enferma, que necesita salir, la encargada de su oficina le contesta que los virus no se curan en un día, que se tire en la cama y se olvide del trabajo porque ya le tiene una sustituta. Razón no le falta en que su virus no se cura en un día, quizá por eso ella está decidida a medicarse un poco más. En cuanto a lo de que la sustituyan no está tan de acuerdo, odia lo de “te sustituirá X”, le recuerda a momentos en los que fue sustituida en cariño, en amor, en sensaciones, en trabajos... No puede evitar ese temor a que quien la sustituya sea mejor y se quede con lo que hasta ese momento era suyo.
- He tenido un plan, pero tú tienes la última palabra… Mi idea es que hoy pierdas el avión, yo me voy contigo a Santiago, pasamos la tarde juntos y te reservo un avión para esta noche o mañana por la mañana… ¿Qué contestas? - en su mente sólo suena un “que diga que sí por favor”, mientras le sonríe y termina por morderse el labio inferior inquieta.
Varios “peros” recorren la mente de él… Demasiados en tan pocos segundos… Y su expresión seria se tensa más.
El tintineo de la campanita de entrada rompe lo que a Lu le parecen eternos segundos de silencio en busca de una respuesta, Fran se vuelve hacia la pareja que acaba de entrar y les habla deprisa.
- Muy buenos días, lo sentimos pero hemos decidido hacer una inversión de tiempo que implica el cierre inmediato de esta oficina.
Ni siquiera el mismo sabe el porqué se ha expresado así, pero ella comienza a recoger sus cosas teniendo claro que aquello es un sí.
De camino hacia su piso él recupera el ritmo de habla del día anterior, a su llegada rehace una maleta apenas deshecha mientras ella prepara unos sándwiches de queso fresco, tomate y boquerones, una mezcla improvisada que consiguió en su nevera. Y en el taxi Fran y el conductor comparten su anecdotario de buenos viajeros, Lucy agradece en silencio el poder relajar su atención, disfrutar de casas abandonadas, mansiones restauradas, paisajes, de ese verde que sólo Galicia sabe pintar… Y en ese instante se da cuenta de que hace demasiado que no visita Santiago, tendrá que inventarse caminos hasta encontrar los lugares que conoce, sonríe pensando en lo desastrosa que puede terminar siendo su idea, sonríe porque está con él.
El taxi los deja donde finaliza la zona residencial a petición de Lu, desea sentir paso a paso aquellos lugares cargados de leyendas.
- Disfruta del día, sin condiciones, sólo tú, yo y Santiago – le dice a Fran nada más bajarse.
La cámara de Lucy, una Samsung, rosa al sol y roja a la sombra, que no desaparece de su bolso ningún día del año, capta miradas de Fran, monasterios, templos, palacios, calles antiguas, más miradas y sonrisas de Fran, le comenta que también él debería ser nombrado Patrimonio de la Humanidad y lo besa, sin condiciones, en una de las entradas a la Catedral, en la que llamaban siglos atrás “Puerta del Paraíso”.
- Ya sé que estamos demasiado cerca de la puerta como para no entrar pero… Lo único que he saboreado desde que estamos en Santiago han sido tus labios, y créeme que alimentan, pero quiero llevarte a un lugar en el que tienen como especialidad “mordiscos de sabores”.
jueves, 23 de septiembre de 2010
Primer Capítulo (Segunda Parte)
Lucy no llama a nadie para desahogarse. Coge una hoja en blanco… Y escribe en aquel silencio sólo roto por sus sollozos…
“Tengo muchas preguntas para ese hombre que no supo ser tal.
¿Por qué me prometiste el universo entero si lo más cerca de tocar el cielo que querías que estuviese era retorciéndome de placer en tu cama?
¿Por qué me prometiste felicidad si sólo podías ofrecer un “chupachups”?
¿Por qué no sabes querer más que de una forma?
¿Por qué además de todo eso me tienes que hacer sentir estúpida?
¿Cuándo serás lo suficientemente hombre para avisar de que buscas una follamiga, sin rodeos?
No preguntaré más…
Me dueles… Quisiera castigarte enamorándote primero y dejándote con un polvo sin sentimientos más tarde…
No puedo evitar odiarte, vete y no vuelvas jamás…”
3 PM. (Lucy) No puedo… No puedo levantarme del sofá para ir a trabajar… Mis ojos hinchados… Mi corazón dolorido… No puedo…Marco el número de la empresa, virus de estómago… Toda la tarde para mí… Autodestruirme hoy y resurgir mañana…
7 PM. El timbre. Ella ha dormido 4 horas seguidas sobre aquel sofá en el que lo hicieron una noche, fue su manera de celebrar una victoria del Barsa, la euforia culé, los “te quieros”… Lo cierto es que sólo le decía que la quería cuando había goles de por medio, fuesen del Barsa o de la Selección Española… Otro hecho a tener en cuenta… No era amor, era emoción futbolística, era su forma de decir “gracias por celebrarlo conmigo, cada gol un polvo porfa”. ¿Era eso verdad? Dios, como dolía…
- ¿Tú? ¿Quién te ha abierto el portal? ¿Qué haces aquí? – su voz sonaba apagada, sin fuerzas.
- A no ser que me digas que tienes ahí dentro a tu madre o a tu suegra haciéndote sopitas para curar ese virus yo me quedo aquí contigo – sigue sonriente, siempre sonriente, empuja la puerta en un descuido y se cuela dentro.
- Fran… de verdad… - apenas entonces se da cuenta de que se quedó en culot negro y camiseta de tirantes por el calor - me voy a vestir, te concedo hacerme una sopa y sales por esta puerta sin rechistar…
Tarde… Ya está cacharreando en la cocina, sonriente, ajeno a sus palabras… ¿Es que no le importa que le pase el supuesto virus?
Cuando ella regresa con unos shorts y unas bailarinas ya no lo encuentra con su típica sonrisa, no sabría definir la expresión de su rostro.
- Veo que ya te has aburrido de hacer de cocinitas, venga aparta que termino yo la sopa y así te puedes ir antes – une las energías que le quedan para echarlo.
- No, lo que ocurre es que he descubierto tu virus… - se levanta y coge la hoja que ella escribió hace horas.
- ¿Propiedad privada significa algo para ti? Los hombres sois un virus sí, ¿vas a chivarte a los jefes, vas a despedirme? Haz lo que quieras… - se muerde el labio para no llorar, pero las lágrimas son caprichosas y una se escapa por su mejilla izquierda.
La abraza, fuerte, cariñoso pero fuerte, y le susurra al oído “no sé que puedo hacer para que te sientas mejor… sólo sé que quiero que te sientas mejor… soy un estúpido… hablo de más… pero no soy un cabrón que viene a seducirte Lucy… confía en mí”.
“La confianza es un lazo que te aporta sentirte seguro con otra persona.” Eso decía siempre mi madre, que hoy por hoy no confía más que en sí misma.
“Confía en mí y todo saldrá bien.” Esto me lo dijo una amiga que después de todo me traicionó, desde ese día no he vuelto a creer en esta frase.
“Tu confías en mí, y yo confío en ti, la confianza simplifica las relaciones sociales.” Esto me lo expuso Pablo cuando estábamos juntos, y él de simplificar sabía un rato, a las pruebas me remito.
A pesar de todo, aún teniendo en cuenta que confiar en la persona equivocada te puede conllevar una cierta “ruina personal”, hay veces que la necesidad de compartir o sacar lo que llevas dentro, o la sensación que esa persona te transmite rompen esa barrera… ¿Supervivencia quizá?
Palabras. Hechos de los que se acaba de dar cuenta. Le cuenta todo. No sabe si hace bien o mal, pero ya no le importa. Cree que una de sus vidas se termina esa noche y otra empezará mañana, parece creerlo sin límites a pesar de saber que es sólo un deseo. Sino no habría confiado en él, ella no regala su confianza, y menos a un conocido de hace unas horas. Pero hoy todo es diferente.
9.30 PM. Están en la calle porque ella ha insistido en salir de aquellas cuatro paredes, se paran a cenar en un bar de cerca del parque de Rosalía de Castro, “Xugo 2”, sencillito pero acogedor, él la convence para que pruebe un pescado que cree que tiene que gustarle a todo el mundo, filete de melva, ella accede sin problemas porque no tiene apetito… Y así pasan casi dos horas, en las que él vuelve a hablar demasiado y ella a darle caña verbalmente.
11.20 PM
- A cincuenta metros de aquí está mi piso, tengo que subir a por el móvil, te invito a tomar el postre allí porque tengo un magnífico surtido de pastelitos – sonríe, nunca deja de sonreírle, y ve su expresión – vale Lucy ya estás desconfiando de mí, invitación a postre igual a tío que se quiere acostar contigo ¿no?
- Oye tú, no me creeré que eres diferente a todos por mucho que insistas y mucho menos hoy, pero quiero comer pastelitos, así que vámonos para allá y deja de defender tu honor de hombre bueno – también ella sonríe, sin ganas quizá pero sonrisa al fin.
Ya en el ascensor, subiendo hacia el quinto piso… La mente de Lucy empieza a sentir un cambio, una necesidad, una sensación nueva, quizá maliciosa y pícara… Por supuesto él está hablando, es increíble el hecho de que siempre tenga cosas que contar, a lo mejor mañana se pasa todo el día callado porque ya lo ha dicho todo hoy, piensa ella.
Lo ha besado, ha sido fugaz, casi no se lo cree, pero ha sido un beso en los labios.
- ¡Es que no te callas! – le dice ella sonriente – además soy yo la que quiere hacerte una proposición indecente, que conste que la acabo de pensar al entrar en el ascensor, te lo aclaro para que no creas que llevo pensando en desnudarte desde que entraste por mi puerta esta mañana – acompaña el comentario de una risita nerviosa - Es una propuesta de esas que los hombres no sois capaces de formular con claridad, quiero que seas mi amante por esta noche, sin sentimientos, sólo con cariño, sin promesas, sólo el momento, y sin compromisos de permanencia, sólo esta vez. ¿Qué contestas?
- Yo… Si te digo que no lo deseo te estaría mintiendo… Pero… ¿Estás segura? – se nota la sorpresa en sus gestos, la inseguridad en sus palabras…
- Nunca he estado tan segura ni he sido tan clara con nadie, pero puedes rechazarme con toda tranquilidad, no haré un drama de ello créeme, de hecho subiré igual a por los pastelitos – parece que ahora tampoco ella quiere dejar de sonreírle.
Fran continúa serio, de repente le hace empezar a pensar que le va a decir que no y la va a repudiar como una cualquiera, como a una chica vulgar, su seguridad va a empezar a quebrarse de un momento a otro…
(Fran) Delante de mí, el sueño de cualquier heterosexual. Una mujer que me ofrece sexo sin compromisos. Y aquí me tenéis por primera vez desde que la conozco serio, más serio casi que cuando descubrí sus palabras doloridas, ¿dónde se ha visto un hombre inseguro ante esta proposición no teniendo pareja, no traicionando a nadie? Vaya, tengo miedo de enamorarme, ironías de la vida, un hombre temiendo ser usado, seguro que ellas creen que carecemos de estos temores. La vuelve a mirar y se decide, no voy a cerrarme puertas, me atrae, me gusta. Vuelve a sonreír.
Se acerca rápidamente a ella, como temiendo que sea un sueño y se escape, la besa, le hace sentir otra vez esa mezcla de cariño y fuerza, pasión sí, esa es la palabra. Las manos de él se deslizan por su espalda… La puerta del ascensor abierta, ellos ajenos a posibles miradas, se cierra la puerta del ascensor y vuelven a bajar suavemente. Se dan cuenta más tarde, cuando buscando la luz a tientas se encuentran en la planta baja.
- No pretenderás que lo hagamos en el portal como chiquillos ¿no? Me gusta el morbo pero… - se ríe, desea a Fran, quiere que esa noche sea eterna.
Lo agarra de la mano y pulsa el botón, las puertas del ascensor se abren, lo atrae hacia ella, pasa su lengua por detrás de su oreja, baja por su cuello, suaves mordiscos, ha dado con su punto débil, incluso consigue que se le escape un tímido y casi imperceptible gemido. Tira de él para salir, desea demasiado estar con él como para perder más tiempo, le coge las llaves del bolsillo de atrás, todo ello sin dejar de besarlo, sin separarse de él, se siente tan a gusto entre sus brazos… Tanto que sólo lo deja irse a buscar la bandeja de mini-pasteles, momento que él aprovecha para añadir un bote de macedonia.
En unos segundos la coge en brazos con efusividad para dejarla luego suavemente sobre aquella increíble cama de matrimonio, se desnudan el uno al otro, y Fran se para a observarla completamente desnuda.
- Eres preciosa, más de lo que había pedido en mis mejores sueños, te lo juro.
Caricias, besos, más caricias, un paseo dedicado al sur de sus cuerpos, un gel sabor cereza que aparece en algún cajón cercano… Los pasteles crean caminos, guían a cada uno a donde quiere el otro que llegue, sin palabras, a sabrosos bocados y algún lametazo furtivo. Instantes después ella toma el control, su parte preferida, se coloca sobre él y comienza un movimiento rítmico, abre más las piernas, se inclina, quiere sentirlo totalmente… Cuando se cansa, levanta un poco la pelvis, y Fran obedece entendiendo el deseo y correspondiéndolo con sus movimientos.
Y así entre susurros y deseo, sienten la necesidad de cambiar, de sentirse desde otra postura, se sienta él en el borde la cama y la coloca encima con dulzura, ella mueve su cuerpo hacia delante y hacia atrás, sintiendo que todo es fácil, que quiere más, Fran la acaricia, tiene la sensación de que es la piel más suave que ha tocado, y al mismo tiempo le va dando trocitos de fruta, que ella come ansiosa.
La besa en la nuca, algo que la hace estremecerse de gusto, la vuelve hacia sí, y la echa sobre la cama.
- Fran…
- No digas nada, sólo siente.
La besa, se coloca sobre ella, y apoya sus manos sobre la almohada para hacer que lo sienta con más fuerza. Coge un trozo de kiwi con los labios y se lo pasa a ella, lo único frío entre sus cuerpos ardientes en ese momento. Ambos ponen todas sus energías en esos instantes, tanto que Lucy comienza a sentir una especie de contracciones que desconocía, se deja llevar, son tres o quizá cinco segundos, éxtasis, placer inexplicable, clímax, la sensación más elevada de toda su vida. En el momento más alto de excitación su rostro no puede sonreír, pero ya lo hace Fran por ella, esa sonrisa con la que pretende y logra transmitirle “juntos, increíble, somos uno, te deseo”.
Finalmente una sensación de tranquilidad y relajación, multiplicada por millones en el caso de Lucy, en una nube, su nube, sin duda el placer físico y emocional más fuerte sentido por el ser humano piensa, el primer orgasmo de Lucy.
Sobran las palabras, se besan, se sonríen, y ella le da la espalda y le pide que la rodee con sus brazos para dormir…
“Tengo muchas preguntas para ese hombre que no supo ser tal.
¿Por qué me prometiste el universo entero si lo más cerca de tocar el cielo que querías que estuviese era retorciéndome de placer en tu cama?
¿Por qué me prometiste felicidad si sólo podías ofrecer un “chupachups”?
¿Por qué no sabes querer más que de una forma?
¿Por qué además de todo eso me tienes que hacer sentir estúpida?
¿Cuándo serás lo suficientemente hombre para avisar de que buscas una follamiga, sin rodeos?
No preguntaré más…
Me dueles… Quisiera castigarte enamorándote primero y dejándote con un polvo sin sentimientos más tarde…
No puedo evitar odiarte, vete y no vuelvas jamás…”
3 PM. (Lucy) No puedo… No puedo levantarme del sofá para ir a trabajar… Mis ojos hinchados… Mi corazón dolorido… No puedo…Marco el número de la empresa, virus de estómago… Toda la tarde para mí… Autodestruirme hoy y resurgir mañana…
7 PM. El timbre. Ella ha dormido 4 horas seguidas sobre aquel sofá en el que lo hicieron una noche, fue su manera de celebrar una victoria del Barsa, la euforia culé, los “te quieros”… Lo cierto es que sólo le decía que la quería cuando había goles de por medio, fuesen del Barsa o de la Selección Española… Otro hecho a tener en cuenta… No era amor, era emoción futbolística, era su forma de decir “gracias por celebrarlo conmigo, cada gol un polvo porfa”. ¿Era eso verdad? Dios, como dolía…
- ¿Tú? ¿Quién te ha abierto el portal? ¿Qué haces aquí? – su voz sonaba apagada, sin fuerzas.
- A no ser que me digas que tienes ahí dentro a tu madre o a tu suegra haciéndote sopitas para curar ese virus yo me quedo aquí contigo – sigue sonriente, siempre sonriente, empuja la puerta en un descuido y se cuela dentro.
- Fran… de verdad… - apenas entonces se da cuenta de que se quedó en culot negro y camiseta de tirantes por el calor - me voy a vestir, te concedo hacerme una sopa y sales por esta puerta sin rechistar…
Tarde… Ya está cacharreando en la cocina, sonriente, ajeno a sus palabras… ¿Es que no le importa que le pase el supuesto virus?
Cuando ella regresa con unos shorts y unas bailarinas ya no lo encuentra con su típica sonrisa, no sabría definir la expresión de su rostro.
- Veo que ya te has aburrido de hacer de cocinitas, venga aparta que termino yo la sopa y así te puedes ir antes – une las energías que le quedan para echarlo.
- No, lo que ocurre es que he descubierto tu virus… - se levanta y coge la hoja que ella escribió hace horas.
- ¿Propiedad privada significa algo para ti? Los hombres sois un virus sí, ¿vas a chivarte a los jefes, vas a despedirme? Haz lo que quieras… - se muerde el labio para no llorar, pero las lágrimas son caprichosas y una se escapa por su mejilla izquierda.
La abraza, fuerte, cariñoso pero fuerte, y le susurra al oído “no sé que puedo hacer para que te sientas mejor… sólo sé que quiero que te sientas mejor… soy un estúpido… hablo de más… pero no soy un cabrón que viene a seducirte Lucy… confía en mí”.
“La confianza es un lazo que te aporta sentirte seguro con otra persona.” Eso decía siempre mi madre, que hoy por hoy no confía más que en sí misma.
“Confía en mí y todo saldrá bien.” Esto me lo dijo una amiga que después de todo me traicionó, desde ese día no he vuelto a creer en esta frase.
“Tu confías en mí, y yo confío en ti, la confianza simplifica las relaciones sociales.” Esto me lo expuso Pablo cuando estábamos juntos, y él de simplificar sabía un rato, a las pruebas me remito.
A pesar de todo, aún teniendo en cuenta que confiar en la persona equivocada te puede conllevar una cierta “ruina personal”, hay veces que la necesidad de compartir o sacar lo que llevas dentro, o la sensación que esa persona te transmite rompen esa barrera… ¿Supervivencia quizá?
Palabras. Hechos de los que se acaba de dar cuenta. Le cuenta todo. No sabe si hace bien o mal, pero ya no le importa. Cree que una de sus vidas se termina esa noche y otra empezará mañana, parece creerlo sin límites a pesar de saber que es sólo un deseo. Sino no habría confiado en él, ella no regala su confianza, y menos a un conocido de hace unas horas. Pero hoy todo es diferente.
9.30 PM. Están en la calle porque ella ha insistido en salir de aquellas cuatro paredes, se paran a cenar en un bar de cerca del parque de Rosalía de Castro, “Xugo 2”, sencillito pero acogedor, él la convence para que pruebe un pescado que cree que tiene que gustarle a todo el mundo, filete de melva, ella accede sin problemas porque no tiene apetito… Y así pasan casi dos horas, en las que él vuelve a hablar demasiado y ella a darle caña verbalmente.
11.20 PM
- A cincuenta metros de aquí está mi piso, tengo que subir a por el móvil, te invito a tomar el postre allí porque tengo un magnífico surtido de pastelitos – sonríe, nunca deja de sonreírle, y ve su expresión – vale Lucy ya estás desconfiando de mí, invitación a postre igual a tío que se quiere acostar contigo ¿no?
- Oye tú, no me creeré que eres diferente a todos por mucho que insistas y mucho menos hoy, pero quiero comer pastelitos, así que vámonos para allá y deja de defender tu honor de hombre bueno – también ella sonríe, sin ganas quizá pero sonrisa al fin.
Ya en el ascensor, subiendo hacia el quinto piso… La mente de Lucy empieza a sentir un cambio, una necesidad, una sensación nueva, quizá maliciosa y pícara… Por supuesto él está hablando, es increíble el hecho de que siempre tenga cosas que contar, a lo mejor mañana se pasa todo el día callado porque ya lo ha dicho todo hoy, piensa ella.
Lo ha besado, ha sido fugaz, casi no se lo cree, pero ha sido un beso en los labios.
- ¡Es que no te callas! – le dice ella sonriente – además soy yo la que quiere hacerte una proposición indecente, que conste que la acabo de pensar al entrar en el ascensor, te lo aclaro para que no creas que llevo pensando en desnudarte desde que entraste por mi puerta esta mañana – acompaña el comentario de una risita nerviosa - Es una propuesta de esas que los hombres no sois capaces de formular con claridad, quiero que seas mi amante por esta noche, sin sentimientos, sólo con cariño, sin promesas, sólo el momento, y sin compromisos de permanencia, sólo esta vez. ¿Qué contestas?
- Yo… Si te digo que no lo deseo te estaría mintiendo… Pero… ¿Estás segura? – se nota la sorpresa en sus gestos, la inseguridad en sus palabras…
- Nunca he estado tan segura ni he sido tan clara con nadie, pero puedes rechazarme con toda tranquilidad, no haré un drama de ello créeme, de hecho subiré igual a por los pastelitos – parece que ahora tampoco ella quiere dejar de sonreírle.
Fran continúa serio, de repente le hace empezar a pensar que le va a decir que no y la va a repudiar como una cualquiera, como a una chica vulgar, su seguridad va a empezar a quebrarse de un momento a otro…
(Fran) Delante de mí, el sueño de cualquier heterosexual. Una mujer que me ofrece sexo sin compromisos. Y aquí me tenéis por primera vez desde que la conozco serio, más serio casi que cuando descubrí sus palabras doloridas, ¿dónde se ha visto un hombre inseguro ante esta proposición no teniendo pareja, no traicionando a nadie? Vaya, tengo miedo de enamorarme, ironías de la vida, un hombre temiendo ser usado, seguro que ellas creen que carecemos de estos temores. La vuelve a mirar y se decide, no voy a cerrarme puertas, me atrae, me gusta. Vuelve a sonreír.
Se acerca rápidamente a ella, como temiendo que sea un sueño y se escape, la besa, le hace sentir otra vez esa mezcla de cariño y fuerza, pasión sí, esa es la palabra. Las manos de él se deslizan por su espalda… La puerta del ascensor abierta, ellos ajenos a posibles miradas, se cierra la puerta del ascensor y vuelven a bajar suavemente. Se dan cuenta más tarde, cuando buscando la luz a tientas se encuentran en la planta baja.
- No pretenderás que lo hagamos en el portal como chiquillos ¿no? Me gusta el morbo pero… - se ríe, desea a Fran, quiere que esa noche sea eterna.
Lo agarra de la mano y pulsa el botón, las puertas del ascensor se abren, lo atrae hacia ella, pasa su lengua por detrás de su oreja, baja por su cuello, suaves mordiscos, ha dado con su punto débil, incluso consigue que se le escape un tímido y casi imperceptible gemido. Tira de él para salir, desea demasiado estar con él como para perder más tiempo, le coge las llaves del bolsillo de atrás, todo ello sin dejar de besarlo, sin separarse de él, se siente tan a gusto entre sus brazos… Tanto que sólo lo deja irse a buscar la bandeja de mini-pasteles, momento que él aprovecha para añadir un bote de macedonia.
En unos segundos la coge en brazos con efusividad para dejarla luego suavemente sobre aquella increíble cama de matrimonio, se desnudan el uno al otro, y Fran se para a observarla completamente desnuda.
- Eres preciosa, más de lo que había pedido en mis mejores sueños, te lo juro.
Caricias, besos, más caricias, un paseo dedicado al sur de sus cuerpos, un gel sabor cereza que aparece en algún cajón cercano… Los pasteles crean caminos, guían a cada uno a donde quiere el otro que llegue, sin palabras, a sabrosos bocados y algún lametazo furtivo. Instantes después ella toma el control, su parte preferida, se coloca sobre él y comienza un movimiento rítmico, abre más las piernas, se inclina, quiere sentirlo totalmente… Cuando se cansa, levanta un poco la pelvis, y Fran obedece entendiendo el deseo y correspondiéndolo con sus movimientos.
Y así entre susurros y deseo, sienten la necesidad de cambiar, de sentirse desde otra postura, se sienta él en el borde la cama y la coloca encima con dulzura, ella mueve su cuerpo hacia delante y hacia atrás, sintiendo que todo es fácil, que quiere más, Fran la acaricia, tiene la sensación de que es la piel más suave que ha tocado, y al mismo tiempo le va dando trocitos de fruta, que ella come ansiosa.
La besa en la nuca, algo que la hace estremecerse de gusto, la vuelve hacia sí, y la echa sobre la cama.
- Fran…
- No digas nada, sólo siente.
La besa, se coloca sobre ella, y apoya sus manos sobre la almohada para hacer que lo sienta con más fuerza. Coge un trozo de kiwi con los labios y se lo pasa a ella, lo único frío entre sus cuerpos ardientes en ese momento. Ambos ponen todas sus energías en esos instantes, tanto que Lucy comienza a sentir una especie de contracciones que desconocía, se deja llevar, son tres o quizá cinco segundos, éxtasis, placer inexplicable, clímax, la sensación más elevada de toda su vida. En el momento más alto de excitación su rostro no puede sonreír, pero ya lo hace Fran por ella, esa sonrisa con la que pretende y logra transmitirle “juntos, increíble, somos uno, te deseo”.
Finalmente una sensación de tranquilidad y relajación, multiplicada por millones en el caso de Lucy, en una nube, su nube, sin duda el placer físico y emocional más fuerte sentido por el ser humano piensa, el primer orgasmo de Lucy.
Sobran las palabras, se besan, se sonríen, y ella le da la espalda y le pide que la rodee con sus brazos para dormir…
lunes, 20 de septiembre de 2010
Primer Capírulo (Primera Parte)
Ella. Delante de su ordenador, haciendo tantos cambios en las fotos antiguas que parece que lo que desea realmente es cambiar los corazones de los que posan. Su pelo encrespado y enredado habla de una noche de escaso sueño…
Lucy recuerda perfectamente la noche anterior. La cena con Fran. La invitación a tomar el postre en su piso. El acercamiento en el ascensor. Sus shorts resistiéndose a ser desabrochados. El gel sabor cereza de durex. Se excita sólo de recordarlo.
En todo caso sabe que sólo ha sido una locura, que no tiene ningún futuro. Todo empezó el día anterior…
9 AM. Lucy entra como todos los días con cara de dormida en su oficina de turismo, coge su última adquisición “El niño con el pijama de rayas” y se dispone a dejar que pasen las horas.
10.30 AM. Entra el primer cliente de la mañana, o eso cree ella, pero resulta ser Fran.
- ¡Buenos días! Venía a invitarte a cenar – y a continuación su sonrisa de anuncio.
- ¿Perdón? – sabiendo que tiene expresión de boba, creyéndose víctima de una broma, pero atraída por él.
- Quizá debería haber empezado de otro modo…
Y ahí se presenta, suelta todo el discurso sobre su función de superior directo de ella en la empresa, de la necesidad de una cena de trabajo sin terceras intenciones, y bla bla bla. Mientras lo escucha, Lucy le hace un escáner visual detallado, pelo oscuro despeinado con cierto estilo, ojos verdes, sonrisa de labios entre finos y gruesos, primer botón de la camisa suelto dejando entrever que no es un metrosexual pero tampoco un oso, dockers negros y deseo de que se de la vuelta para ver que trasero le hacen.
- ¿Me estás escuchando? – alza la voz dulcemente interrumpiendo la observación intensiva.
- Mi contrato no decía nada de cenas con superiores… Inténtelo en las oficinas siguientes, estoy casi segura de que tendrá más suerte – dicho esto vuelve a su libro intentando dar por zanjado el tema.
- ¿Prefieres un desayuno? ¿Quizá una comida? Lucy Dimas no te estoy proponiendo que te acuestes conmigo, por favor créeme.
11.00 AM. Ya convencida y camino del bar en el que hacen los mejores churros con chocolate de toda la ciudad de las murallas, el bar Don Pepe. Lugo no es una ciudad demasiado grande pero siempre se encuentra algo apetecible.
- Sabes llevo toda esta media hora deseando decirte que tienes unos ojos verdes preciosos, pero supongo que lo considerarás “engatusamiento improcedente”- dice él haciendo comillas con las manos.
- No, simplemente estarías siendo sincero.
- ¡Egocéntrica! – y ambos se echan a reír.
Minutos después ella se aleja hacia el baño moviéndose de manera diferente sabiendo sus ojos sobre su cuerpo, y efectivamente ahora le toca a él analizar esas curvas apetecibles, su melena castaña que parece tener destellos rubios porque su color se vuelve más claro en verano, mechones ondulados que conducen la mirada hacia ese trasero que a su criterio parece dibujado por un artista con excelente gusto… Y a su regreso los ojos verdes que lo ponen nervioso y hacen que no pueda dejar de hablar, una mueca dedicada probablemente a un mensaje que acaba de sonar en el iphone que sostiene en sus manos, momento en el cual la vista se acerca a su escote y siente que se sonroja inconscientemente. Es una mujer increíble y yo no paro de decir tonterías, y por si eso no fuese suficiente cree que soy el típico jefe seduce-empleadas, piensa.
- Lo siento pero me tengo que ir, no creo que esta nueva cláusula de desayunos de trabajo me evite hacer una visita guiada por nuestra magnífica muralla ¿no? – coge su chaqueta y se aleja hacia la barra.
Fran se siente estúpido y agarra al vuelo el maletín para salir detrás de ella y adelantarse con un billete de veinte euros.
- Oye… ¿te importa si te acompaño? – Fran pone carita de perrito abandonado.
- Si prometes dejarme hablar a mí puede ser – le sonríe ella.
Y vuelven a pasear juntos, él intentando hablar menos, ella pensando en el mensaje que acaba de recibir, que no tenía nada que ver con trabajo. “Resérvame la hora de comer, esta noche cojo un avión a alguna parte de Nueva York… Y no quiero irme sin hablar contigo. Se te quiere Lu”.
Que se me quiere dice. Después de un año juntos y otro año separados. Cuando por fin comenzaba a conseguir no sentir que todo me recordaba a él, y tan tranquilo vuelve a aparecer, como si estos últimos doce meses sólo hubiesen sido un día sin coincidir. Rabia, inquietud y en el fondo esas estúpidas ganas de volver a verle.
- ¿Te estoy aburriendo? – Fran interrumpe sus pensamientos, con lo que eso la irrita, pero al fin no tiene porqué saberlo.
- No, pero creo que nunca deberían haberte ascendido de vendedor de enciclopedias, te las compraban por aburrimiento ¿verdad? – añade una sonrisa para no parecer tan mala.
- ¡Serás! ¡Tendré que usar mis supuestos superpoderes como jefe para que dejes de cachondearte de mí!
Y vuelven a reírse tontamente, risas sin muchas ganas, risas de tontería, pero risas al fin. Y entre risas, llegan junto a un grupo de turistas irritados por la falta de puntualidad, o quizá sólo porque ellos vienen riendo mientras que los que están allí ya han gastado todos sus recursos dialécticos para convencer a los demás de que se deberían caer bien.
Fran se adelanta inesperadamente.
- Ha sido culpa mía, yo la he secuestrado en su horario laboral, péguenme a mí – y suelta una carcajada que contagia a algunos de ellos.
Es ingenioso, me gusta. Ese pensamiento pasa por la mente de ella, como uno más, sin mayor importancia, fugaz.
(…)
**Mientras**
En una de aquellas casas cercanas a la muralla, la de la puerta que casi nunca se abre, la de los sueños que siempre se quedan en sueños… Alguien escribe para no ser leído...
“Otro día menos…
Esperando que se iluminase, vibrase o sonase el móvil… Que parpadease algún tipo de comunicación en el portátil… O simplemente que el timbre sonase…
Soy el idiota que espera que caiga lluvia fresca cuando estamos a 30º a la sombra, el inocente para el que todavía un beso es todo un descubrimiento de la otra persona, el bohemio que todavía se enamora, el antiguo que sigue escogiendo postales de navidad ilusionado como un niño, el estúpido que nunca lee libros por culturizarse sino para vivir historias y emociones que su vida no le proporciona...
Ese soy yo… Demasiado real para ser divertido… Demasiado soñador como para jugar conmigo… Y demasiado muerto como para acompasar vuestras respiraciones a la mía…”
(…)
El calor puede con Lucy, así que la visita a la muralla se convierte en un escueto recorrido de fotos, vistas y referencias curiosas.
13.45 PM
- Tendré que entrenarme si quiero seguirte el ritmo, no sería un romano útil sobre esta muralla, seguramente me tendrían pelando patatas durante las luchas – y se ríe a pesar de su respiración entrecortada, como siempre antes de saber si está siendo realmente gracioso a los ojos de los demás - ¿Dónde comemos? Me lo debes para devolverme a mis veintiséis añitos, debo aparentar ahora mismo sesenta y dos.
- Uno: fuiste tú el que suplicó venir. Y dos: ya tengo prometida la comida… - viendo su expresión añade – venga a las 3.30 vuelvo, si quieres nos vemos – y ahora sí lo abandona allí, dejándolo con esa expresión de derrota y disgusto a partes iguales.
Por fin sola… Pero… No quiero ver a Pablo… Ni que me susurre al oído como siempre que intentaba convencerme de algo… No quiero ser una más de las que confirma la regla de que con un ex siempre hay un 90% de posibilidades de volver a caer… No quiero…
- ¡Lu! – pero que manía tiene la gente de interrumpir los pensamientos ajenos.
Lo ve pero permanece inmóvil con el único pensamiento de que ya es tarde para huir, él sonríe, se acerca, la besa en los labios, la abraza, el abrazo continúa, parece que se van a quedar así, ella colabora, siente que son sólo uno, y siente que nunca antes la había abrazado… De repente se aparta, le sonríe y la vuelve a besar. Y como si ese beso le quemase ella se aparta.
- ¡Pablo! ¿Qué se supone que haces? No soy un juguete que olvida que hace un año me dejaste con un “me han dicho que me engañas con otro, me voy a Brasil, lo nuestro se ha terminado. Se siente” – a estas alturas ya no podía parar ni para coger aire - ¡Era mentira y ni siquiera te acercaste a hablarlo todo conmigo! Con un mísero mensaje despareciste y con otro vuelves. ¿Quién te crees?
Pablo nunca ha aceptado bien las críticas, y mucho menos los reproches que le explotan en la cara, las grandes verdades, sus grandes errores.
- Lu, que seas casi insustituible en la cama no quiere decir que todos nos vayamos a enamorar de ti para siempre, fue un año increíble jugando a ser novios pero… - se da cuenta de que sus palabras la están destrozando, ya es tarde – venga dejémoslo ya, ¡te perdono los cuernos!
(Lu) Está sonriendo, me confiesa que me ha usado, que todo ha sido “de mentiritas”, y sigue sonriéndome como si ya estuviese solucionado… ¡PLAF!
Sí, había sido mi mano… De la sorpresa, de la fuerza… Le giré la cara con aquella bofetada.
- No soy una puta, y menos la tuya – tras este grito la gente comienza a prestar atención a la escena.
Aún con los ojos llenándosele de lágrimas acierta con la llave en la cerradura del portal, cierra tras de sí y se parte en dos llorando en el ascensor.
Dos minutos más tarde delante del portal suena un “bip bip”. Pablo separa su mano de la mejilla todavía dolorida, y lo lee y relee palabra por palabra, no es una admiradora de esas que pagaría por una cita con él, es Lu, “lo que venías buscando lo tienes por un módico precio cuatro calles más abajo, ´muñequitas´, echa tu polvo y vete a N.Y. para no volver”.
(Pablo) Mierda. Esta chica me importa… Es cierto que ante todo quería venir a por un polvo de despedida porque en el fondo todavía la recuerdo, pero… Luego necesité abrazarla, y sentirla muy cerca, yo que nunca doy abrazos deseé que ese no se terminase… Pero no… No puedo pillarme… Luego ella me haría daño… Huir antes de sentir, sólo disfrutar… Ese es mi lema…
Y sus pasos se alejan de allí al tiempo que el dolor de su mejilla se relaja.
Desde la ventana alguien lo mira… recordando ese pelo castaño claro con mechones rubios enredado entre sus dedos, esos ojos azules que tanto la impresionaban al principio, la sonrisa seductora que hace un rato la hizo explotar…
Lucy recuerda perfectamente la noche anterior. La cena con Fran. La invitación a tomar el postre en su piso. El acercamiento en el ascensor. Sus shorts resistiéndose a ser desabrochados. El gel sabor cereza de durex. Se excita sólo de recordarlo.
En todo caso sabe que sólo ha sido una locura, que no tiene ningún futuro. Todo empezó el día anterior…
9 AM. Lucy entra como todos los días con cara de dormida en su oficina de turismo, coge su última adquisición “El niño con el pijama de rayas” y se dispone a dejar que pasen las horas.
10.30 AM. Entra el primer cliente de la mañana, o eso cree ella, pero resulta ser Fran.
- ¡Buenos días! Venía a invitarte a cenar – y a continuación su sonrisa de anuncio.
- ¿Perdón? – sabiendo que tiene expresión de boba, creyéndose víctima de una broma, pero atraída por él.
- Quizá debería haber empezado de otro modo…
Y ahí se presenta, suelta todo el discurso sobre su función de superior directo de ella en la empresa, de la necesidad de una cena de trabajo sin terceras intenciones, y bla bla bla. Mientras lo escucha, Lucy le hace un escáner visual detallado, pelo oscuro despeinado con cierto estilo, ojos verdes, sonrisa de labios entre finos y gruesos, primer botón de la camisa suelto dejando entrever que no es un metrosexual pero tampoco un oso, dockers negros y deseo de que se de la vuelta para ver que trasero le hacen.
- ¿Me estás escuchando? – alza la voz dulcemente interrumpiendo la observación intensiva.
- Mi contrato no decía nada de cenas con superiores… Inténtelo en las oficinas siguientes, estoy casi segura de que tendrá más suerte – dicho esto vuelve a su libro intentando dar por zanjado el tema.
- ¿Prefieres un desayuno? ¿Quizá una comida? Lucy Dimas no te estoy proponiendo que te acuestes conmigo, por favor créeme.
11.00 AM. Ya convencida y camino del bar en el que hacen los mejores churros con chocolate de toda la ciudad de las murallas, el bar Don Pepe. Lugo no es una ciudad demasiado grande pero siempre se encuentra algo apetecible.
- Sabes llevo toda esta media hora deseando decirte que tienes unos ojos verdes preciosos, pero supongo que lo considerarás “engatusamiento improcedente”- dice él haciendo comillas con las manos.
- No, simplemente estarías siendo sincero.
- ¡Egocéntrica! – y ambos se echan a reír.
Minutos después ella se aleja hacia el baño moviéndose de manera diferente sabiendo sus ojos sobre su cuerpo, y efectivamente ahora le toca a él analizar esas curvas apetecibles, su melena castaña que parece tener destellos rubios porque su color se vuelve más claro en verano, mechones ondulados que conducen la mirada hacia ese trasero que a su criterio parece dibujado por un artista con excelente gusto… Y a su regreso los ojos verdes que lo ponen nervioso y hacen que no pueda dejar de hablar, una mueca dedicada probablemente a un mensaje que acaba de sonar en el iphone que sostiene en sus manos, momento en el cual la vista se acerca a su escote y siente que se sonroja inconscientemente. Es una mujer increíble y yo no paro de decir tonterías, y por si eso no fuese suficiente cree que soy el típico jefe seduce-empleadas, piensa.
- Lo siento pero me tengo que ir, no creo que esta nueva cláusula de desayunos de trabajo me evite hacer una visita guiada por nuestra magnífica muralla ¿no? – coge su chaqueta y se aleja hacia la barra.
Fran se siente estúpido y agarra al vuelo el maletín para salir detrás de ella y adelantarse con un billete de veinte euros.
- Oye… ¿te importa si te acompaño? – Fran pone carita de perrito abandonado.
- Si prometes dejarme hablar a mí puede ser – le sonríe ella.
Y vuelven a pasear juntos, él intentando hablar menos, ella pensando en el mensaje que acaba de recibir, que no tenía nada que ver con trabajo. “Resérvame la hora de comer, esta noche cojo un avión a alguna parte de Nueva York… Y no quiero irme sin hablar contigo. Se te quiere Lu”.
Que se me quiere dice. Después de un año juntos y otro año separados. Cuando por fin comenzaba a conseguir no sentir que todo me recordaba a él, y tan tranquilo vuelve a aparecer, como si estos últimos doce meses sólo hubiesen sido un día sin coincidir. Rabia, inquietud y en el fondo esas estúpidas ganas de volver a verle.
- ¿Te estoy aburriendo? – Fran interrumpe sus pensamientos, con lo que eso la irrita, pero al fin no tiene porqué saberlo.
- No, pero creo que nunca deberían haberte ascendido de vendedor de enciclopedias, te las compraban por aburrimiento ¿verdad? – añade una sonrisa para no parecer tan mala.
- ¡Serás! ¡Tendré que usar mis supuestos superpoderes como jefe para que dejes de cachondearte de mí!
Y vuelven a reírse tontamente, risas sin muchas ganas, risas de tontería, pero risas al fin. Y entre risas, llegan junto a un grupo de turistas irritados por la falta de puntualidad, o quizá sólo porque ellos vienen riendo mientras que los que están allí ya han gastado todos sus recursos dialécticos para convencer a los demás de que se deberían caer bien.
Fran se adelanta inesperadamente.
- Ha sido culpa mía, yo la he secuestrado en su horario laboral, péguenme a mí – y suelta una carcajada que contagia a algunos de ellos.
Es ingenioso, me gusta. Ese pensamiento pasa por la mente de ella, como uno más, sin mayor importancia, fugaz.
(…)
**Mientras**
En una de aquellas casas cercanas a la muralla, la de la puerta que casi nunca se abre, la de los sueños que siempre se quedan en sueños… Alguien escribe para no ser leído...
“Otro día menos…
Esperando que se iluminase, vibrase o sonase el móvil… Que parpadease algún tipo de comunicación en el portátil… O simplemente que el timbre sonase…
Soy el idiota que espera que caiga lluvia fresca cuando estamos a 30º a la sombra, el inocente para el que todavía un beso es todo un descubrimiento de la otra persona, el bohemio que todavía se enamora, el antiguo que sigue escogiendo postales de navidad ilusionado como un niño, el estúpido que nunca lee libros por culturizarse sino para vivir historias y emociones que su vida no le proporciona...
Ese soy yo… Demasiado real para ser divertido… Demasiado soñador como para jugar conmigo… Y demasiado muerto como para acompasar vuestras respiraciones a la mía…”
(…)
El calor puede con Lucy, así que la visita a la muralla se convierte en un escueto recorrido de fotos, vistas y referencias curiosas.
13.45 PM
- Tendré que entrenarme si quiero seguirte el ritmo, no sería un romano útil sobre esta muralla, seguramente me tendrían pelando patatas durante las luchas – y se ríe a pesar de su respiración entrecortada, como siempre antes de saber si está siendo realmente gracioso a los ojos de los demás - ¿Dónde comemos? Me lo debes para devolverme a mis veintiséis añitos, debo aparentar ahora mismo sesenta y dos.
- Uno: fuiste tú el que suplicó venir. Y dos: ya tengo prometida la comida… - viendo su expresión añade – venga a las 3.30 vuelvo, si quieres nos vemos – y ahora sí lo abandona allí, dejándolo con esa expresión de derrota y disgusto a partes iguales.
Por fin sola… Pero… No quiero ver a Pablo… Ni que me susurre al oído como siempre que intentaba convencerme de algo… No quiero ser una más de las que confirma la regla de que con un ex siempre hay un 90% de posibilidades de volver a caer… No quiero…
- ¡Lu! – pero que manía tiene la gente de interrumpir los pensamientos ajenos.
Lo ve pero permanece inmóvil con el único pensamiento de que ya es tarde para huir, él sonríe, se acerca, la besa en los labios, la abraza, el abrazo continúa, parece que se van a quedar así, ella colabora, siente que son sólo uno, y siente que nunca antes la había abrazado… De repente se aparta, le sonríe y la vuelve a besar. Y como si ese beso le quemase ella se aparta.
- ¡Pablo! ¿Qué se supone que haces? No soy un juguete que olvida que hace un año me dejaste con un “me han dicho que me engañas con otro, me voy a Brasil, lo nuestro se ha terminado. Se siente” – a estas alturas ya no podía parar ni para coger aire - ¡Era mentira y ni siquiera te acercaste a hablarlo todo conmigo! Con un mísero mensaje despareciste y con otro vuelves. ¿Quién te crees?
Pablo nunca ha aceptado bien las críticas, y mucho menos los reproches que le explotan en la cara, las grandes verdades, sus grandes errores.
- Lu, que seas casi insustituible en la cama no quiere decir que todos nos vayamos a enamorar de ti para siempre, fue un año increíble jugando a ser novios pero… - se da cuenta de que sus palabras la están destrozando, ya es tarde – venga dejémoslo ya, ¡te perdono los cuernos!
(Lu) Está sonriendo, me confiesa que me ha usado, que todo ha sido “de mentiritas”, y sigue sonriéndome como si ya estuviese solucionado… ¡PLAF!
Sí, había sido mi mano… De la sorpresa, de la fuerza… Le giré la cara con aquella bofetada.
- No soy una puta, y menos la tuya – tras este grito la gente comienza a prestar atención a la escena.
Aún con los ojos llenándosele de lágrimas acierta con la llave en la cerradura del portal, cierra tras de sí y se parte en dos llorando en el ascensor.
Dos minutos más tarde delante del portal suena un “bip bip”. Pablo separa su mano de la mejilla todavía dolorida, y lo lee y relee palabra por palabra, no es una admiradora de esas que pagaría por una cita con él, es Lu, “lo que venías buscando lo tienes por un módico precio cuatro calles más abajo, ´muñequitas´, echa tu polvo y vete a N.Y. para no volver”.
(Pablo) Mierda. Esta chica me importa… Es cierto que ante todo quería venir a por un polvo de despedida porque en el fondo todavía la recuerdo, pero… Luego necesité abrazarla, y sentirla muy cerca, yo que nunca doy abrazos deseé que ese no se terminase… Pero no… No puedo pillarme… Luego ella me haría daño… Huir antes de sentir, sólo disfrutar… Ese es mi lema…
Y sus pasos se alejan de allí al tiempo que el dolor de su mejilla se relaja.
Desde la ventana alguien lo mira… recordando ese pelo castaño claro con mechones rubios enredado entre sus dedos, esos ojos azules que tanto la impresionaban al principio, la sonrisa seductora que hace un rato la hizo explotar…
Mi estreno como Bloggeriana
Las vidas ruedan, vuelan, se estancan y se vuelven a mover.
La gente escribe, sueña, crea y a veces destruye.
Asistirás a sentimientos que te invitan a una realidad hecha de ilusiones, otros que quieren que el calor recorra tu cuerpo y alguno que te pide que te estremezcas por dentro, sin olvidar que sonreír será día y noche el objetivo tanto para ellos como para ti.
No vengo a venderos una gran historia... No puedo venderos algo que no está en mis manos...
Sólo vengo a ofreceros entretenimiento gratuíto en forma de letras.
Y nada de esto sería posible sin mis tuentianas (en especial gracias a ti Bea, no sólo por tu asesoramiento sino también por tu aguante con esta cateta-antiblogs hasta que llegaste tú :)
*Kate
La gente escribe, sueña, crea y a veces destruye.
Asistirás a sentimientos que te invitan a una realidad hecha de ilusiones, otros que quieren que el calor recorra tu cuerpo y alguno que te pide que te estremezcas por dentro, sin olvidar que sonreír será día y noche el objetivo tanto para ellos como para ti.
No vengo a venderos una gran historia... No puedo venderos algo que no está en mis manos...
Sólo vengo a ofreceros entretenimiento gratuíto en forma de letras.
Y nada de esto sería posible sin mis tuentianas (en especial gracias a ti Bea, no sólo por tu asesoramiento sino también por tu aguante con esta cateta-antiblogs hasta que llegaste tú :)
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